
Prohibieron la ópera Boris Godunov en Varsovia, prohibieron un curso de Dostoievski en Italia, echaron de la filarmónica de Munich al maestro de maestros, cancelaron los conciertos de la Netrevko, Plácido Domingo no pudo llegar a Moscú para el concierto del 8 de marzo.
¿Qué sigue? ¿Qué se prohíba el uso de la tabla periódica de Mendeleiev en los colegios occidentales? ¿Chaikovsky tiene que ser declarado músico no grato en los teatros del mundo? ¿El ballet el cascanueces será declarado antidemocrático y antioccidental? ¿No se vuelve a enseñar el cálculo de Demidovich en las universidades? ¿Las pinturas de Chagall, Repin, Surikov, Kandinsky y Filonov tienen que ser sacadas por la puerta trasera de los museos? ¿Quemamos los libros de Tolstói por zarista, los de Dostoievski por epiléptico, los de Ajmatova por libertaria, los de Doblatov por solo tener una maleta?
Han condenado a todo un pueblo por decisiones políticas. Han satanizando una cultura de siglos y que hace parte fundamental del pensamiento universal por un conflicto con el que la gran mayoría no está de acuerdo.
A la xenofobia del mundo se le dio un motivo. A todos se les cayó la careta.
Empezó la cacería de brujas.
Pobre de nosotros, latinos, indios, negros, pobres, diferentes, todos nosotros también llevaremos la peor parte en todo esto. También vendrán por nosotros — Fernando J Velo.
2 – Los ataques orwellianos contra los críticos de la OTAN
A lo largo de la crisis de Ucrania —cuando Moscú empezó a acumular tropas en su frontera y luego lanzó una guerra— los políticos de Estados Unidos y el Reino Unido han aprovechado la indignación mundial por las acciones del presidente ruso Vladimir Putin para perseguir a sus críticos y rivales políticos de la izquierda. Katrina vanden Heuvel escribió en el Washington Post que «la OTAN ahora existe en gran medida para gestionar los riesgos creados por su existencia»; Jeffrey Sachs instó a Washington a «comprometerse con la OTAN para salvar a Ucrania»