¿Cómo responderá EEUU ante Israel que le dio la espalda en Ucrania? Daniel Kupervaser. Analista político israelí (Desde Tel Aviv) (colaboración)

Las cálidas e íntimas relaciones de las últimas décadas entre Israel y EE.UU. también debieron sobreponerse a incidentes que causaron serias situaciones de tensión entre los dos gobiernos.

Basta recordar algunas de ellas: el ataque israelí al buque de informaciones estadounidense USS Liberty en la guerra de los 6 días, el espionaje del ciudadano judío estadounidense Jonatan Pollard o la intromisión de Netanyahu en el Congreso y Senado estadounidense tratando de insubordinar a parlamentarios de ese país para que se rebelen contra el presidente Obama por la firma del acuerdo de limitación de desarrollo nuclear entre las potencias e Irán.

Todas estas circunstancias, cuyo efecto nocivo fue subsanado rápidamente, se caracterizaron por tener consecuencias y afectar únicamente las relaciones directas entre los dos países sin mayores efectos colaterales. El posicionamiento y accionar del gobierno israelí ante el conflicto desatado entre Rusia y Ucrania, no solo que puede ser caracterizado por ser un cauteloso “darle la espalda a EE.UU.”, sino que, por ciertos aspectos que caracterizan las iniciativas israelíes, se lo puede considerar tanto como una discordia en valores basicos de las relaciones entre estados, como tambien como un entorpecimiento a los planes de Washington frente al mundo en este conflicto.

No solo que Israel negó su ferviente apoyo diplomático a quien se jugó durante décadas como el más importante e incondicional aliado estratégico de su historia, sino que, en su flirteo con Putin, aun bajo la categoría de mediador imparcial, demostró disponer de intereses contrapuestos a los de EE.UU. Lentamente se va afianzando en Israel la visión que, mucho se lamenta de víctimas y daños, inclusive aporta denodados esfuerzos y operativos destinados a apaliar el sufrimiento, pero es muy difícil no percibir una amplia mayoría de su liderazgo relacionándose positivamente con un triunfo ruso en este conflicto.
“YA VAN A VER, LLEGARÁ EL MOMENTO EN QUE EL MUNDO SE ACUERDE DE NOSOTROS”

Esta conducta de Israel es el resultado de una dicotomía básica en su visión frente a la de EE.UU. respecto del desenlace más benéfico de ese conflicto. Para Washington, toda victoria rusa, inclusive parcial, conlleva necesariamente a consolidar un nuevo orden mundial de potencias donde la Casa Blanca pierde la cabecera exclusiva de la cual se benefició considerablemente durante las ultimas 3 décadas.

Israel argumentó públicamente dos motivos por su posición neutral que no le permitieron posicionarse del lado de EE.UU. El primero es mantener buenas relaciones con Putin que le permite periódicos ataques a posiciones iranies en Siria. En segundo lugar, su natural preocupación por la población judía en Rusia. No se necesita ser un gran experto para comprender la falacia de los argumentos israelíes que sobreponen aspectos tácticos a otro estratégico mucho más significativo. Mas que nada se trata de un escudo que esconde los verdaderos motivos.

Toda victoria rusa, inclusive parcial, consolida validez a la imposición de soberanía del país conquistador sobre territorio conquistado por la fuerza. No por casualidad, en sus esfuerzos de mediación, Israel presiona públicamente a Ucrania para que acepte las condiciones rusas que exigen la anexión de Crimea a Rusia (“Israel cree que Ucrania enfrenta una elección crítica: capitulación o calamidad”, Silvia Schnessel, Enlace Judío, 9/3/22). El apuntalamiento de este principio básico en el derecho internacional permitirá a Israel desprenderse definitivamente de todas las presiones y críticas, prácticamente de todos los países del mundo en relación a su exigencia de anexar territorios conquistados en la guerra de los 6 días de 1967.

El gran interrogante es la actitud futura que pueda tomar el liderazgo estadounidense ante esta conducta por parte de su histórico socio estratégico de Medio Oriente. Hay analistas que sostienen que EE.UU. replicará al mejor estilo del proverbio “la venganza es un plato que se sirve frío”. Como ejemplo se puede citar a Shlomo Filber, conocido analista político y dueño de una consultora de estrategia en Israel. Segun su experiencia, ante todo perjurio de país amigo, no hay que impresionarse de la cortesia estadounidense inmediata. Toman su tiempo, descansan el fin de semana, pero siempre reaccionarán. “Es muy dificil restaurar una confianza dañada” (Twitter de Shlomo Filber, 8-3-22).

Por su lado, el gobierno israelí proyecta mucha tranquilidad basada en las normas que rigieron las relaciones entre EE.UU. e Israel las últimas decadas. La experiencia demuestra que el liderazgo estadounidense repetidamente manifestó moderación y su disposición a tragar sapos que periódicamente Israel le metió en su boca.

Sin lugar a duda, estaríamos ante una situación insólita si EE.UU. decide tomar represalias diplomàticas ante un liderazgo israeli que se les rebela frente a todo el mundo. A decir verdad, nadie debe sorprenderse si nuevamente Washington se ve en la necesidad de agachar la cabeza frente a la conocida insolencia israelí. Analizando la realidad, líderes políticos de EE.UU. probablemente no dispongan de alternativa real a los millonarios aportes de donantes judíos en las campañas electorales, sobre todo en vista de las próximas elecciones de mitad de cadencia. Màs aún, este condicionamiento cobró mayor significado desde el momento en que AIPAC, el poderoso loby judío de EE.UU., publicó recientemente una declaración donde condiciona su apoyo financiero a miembros del Congreso y Senado estadounidense o sus candidatos, solo si promueven intereses israelíes