
«La dirección partidaria ha puesto en marcha una verdadera Caza de Brujas que ha concluido con la expulsión de 120 mil militantes«, declara el celebérrimo realizador de cine social y activista socialista, premiado en varios Festivales Internacionales(*).
¿Qué pasó exactamente con su expulsión del Partido Laborista?
KL.: En la carta que recibí se me acusaba de apoyar a una organización proscrita. Bueno, según yo lo entiendo, si se aprueba una ley para criminalizar un acto, no se puede enjuiciar a alguien por haberlo hecho antes de que se aprobara la ley en cuestión. No se puede castigar retroactivamente a las personas por cosas que no eran delitos cuando las cometieron.
Entre las acusaciones ridículas que se lanzaron en mi contra, se citaban cosas que se habían producido mucho tiempo antes de estuvieran proscritas. Entonces, ¿cómo entender tamaña irregularidad? La verdad es que no tengo ni la energía ni la voluntad para involucrarme en una larga disputa, porque sería una pérdida de tiempo. Prefiero trabajar y hacer una película, que hablar con esta gente que tiene pensamientos malévolos en sus cabezas. Para mí es como poner fin a una relación abusiva. Es como un peso que me voy a quitar de encima.
– ¿Cuál fue el alcance de su participación en estas organizaciones ahora prohibidas?
KL.: No soy miembro de ninguna organizacion prohibida. Pero si le puedo decir que apoyo a muchas de las personas que han sido expulsadas, porque son además buenos amigos y compañeros. En estos momentos en el Partido laborista se está llevando a cabo una auténtica «caza de brujas».
Los «apparatchiks» del Partido laborista están ejerciendo un gobierno arbitrario y completamente antidemocrático. Están elaborando nuevas normativas sobre la marcha. Para alguien como Keir Starmer, que en el futuro estará destinado a ser un abogado de alto nivel, dar su aprobación a todo lo que está sucediendo solo demuestra que no es más que un hombre que tiene malas entrañas.
¿Cuáles son sus opiniones sobre su liderazgo del Partido laborista en general?
KL.: Lo que intenta hacer Keir Starmer está muy claro. Como líder del Partido no merece, desde luego, la
más mínima confianza. Es, además, un mentiroso compulsivo. Dijo que tenía la voluntad de unir a todo el Partido, pero lo que está haciendo realmente es expulsar a más de 120.000 de sus miembros. Sus acciones sugieren que esa fue realmente su intención desde el primer día, por lo que no había forma de que en aquella fecha tuviera la más mínima intención de lograr la unidad del Partido. Tenía plena conciencia de estar engañando a los militantes laboristas. Con ello no hizo más que poner en evidencia que no era digno de confianza y que carecía, además, de cualquier tipo de principios.
Su intención, por lo que se puede ver, es tener un Partido pequeñito que no cuente con activistas problemáticos, ni con ningún programa político transformador. Él está protagonizando un considerable retroceso en las políticas de la izquierda británica sobre la propiedad pública, la vivienda, el estado del bienestar y el medioambiente. Asimismo, está haciendo retroceder al partido en lo que se refiere a una política exterior basada en el derecho internacional y los derechos humanos.
Lo que Starmer está haciendo ahora mediante su campaña de expulsión de militantes es lograr una reproducción clónica de lo que fue el viejo Partido de la época de Tony Blair. O sea, construir un Partido pequeñito cuyo contacto con el electorado se establezca a través de los medios de comunicación, y trate de convencer a los medios de comunicación de la derecha de que el Laborismo no va a constituir nunca una seria amenaza para su poder.
– Usted se encuentra entre aquellos que le han restado importancia al tema del antisemitismo en el Partido Laborista. Lo han acusado, además, de negar el Holocausto. ¿Cree que estas acusaciones jugaron algún tipo de papel en su expulsión?
KL.: Mi posición sobre la negación del Holocausto es muy clara. Me opongo totalmente a ello. Se pueden encontrar esos testimonios míos en las hemerotecas. Lo que ocurrió fue que mis palabras en una entrevista de la BBC fueron distorsionadas a través de un comentario en off, para sugerir que yo niego la realidad del Holocausto.
No. El Holocausto es un acontecimiento histórico, tan real como la propia Segunda Guerra Mundial. Y no debe ser cuestionado. Como consecuencia de estas distorsiones mediáticas, mi familia ha recibido amenazas. Ha habido, incluso, gente que se me ha acercado en la calle y me ha empujado en contra de la pared. Es un abuso realmente repugnante.
– Podría decirse que se encuentra usted frustrado por los acontecimientos de los últimos años. ¿Alberga alguna amargura por su expulsión?
KL.: Para mí, ha sido un premio de honor. No tengo ningún problema en pelearme con la camarilla de Starmer. La democracia está muerta en el Partido Laborista. Los círculos de los distritos electorales del Partido han sido clausurados, sin que se haya ofrecido siquiera la más mínima justificación.
Todas aquellas resoluciones partidarias que se atrevieron a criticar a Starmer o pronunciarse por el apoyo a los palestinos fueron brechazadas. Se trata de una negación total de la democracia interna en el Partido laborista.
– Suena bastante orwelliano lo que usted describe.
KL.: La cuestión es que en todo este «proceso disciplinario» no se ha contado con ningún tipo de normativa que pueda regularlo objetivamente. A los militantes se les comunica escuetamente que «están suspendidos de militancia», y sus posteriores demandas y reclamaciones no han obtenido respuesta durante meses y meses.
A Starmer, que precisamente se hizo famoso como abogado, todas estas incongruencias le dan una apariencia absolutamente ridícula. Incluso se podría decir que se ha llegado convertir en una figura realmente divertida. En alguna ocasión se dijo del liderazgo de Gordon Brown que era algo así como si convirtieran a Stalin en Mister Bean. Con Starmer sucede justamente al revés. Él es Mister Bean tratando de actuar como Stalin. Y lo hace, además, con una torpeza inusitada.
– ¿Qué opina de este momento en la política británica?
KL.: Hay una gran pregunta clave para el futuro de la democracia. Bajo liderazgo de Jeremy Corbyn, el Laborismo fue el Partido político más grande de toda
Europa. Tenía casi seiscientos mil militantes. Sus miembros se encontraban estrechamente vinculados al contenido del programa del Partido, que trataba de ser un programa transformador. Pero la camarilla de parlamentarios laboristas, -la mayoría de ellos partidarios de Tony Blair -, desbarató todos los esfuerzos realizados por´ los militantes y terminaron socavando la fortaleza del Partido .
Posiblemente usted conozca el «affaire de los correos electrónicos», que se filtraron desde la sede central del Partido laborista. Un núcleo de funcionarios del Partido estuvo trabajando activamente en contra de una victoria laborista en las elecciones del 2017. Por esa razón, cuando el Partido laborista perdió los comicios, no dudaron en celebrarlo con auténtico jolgorio.
Desde el Cuartel general del Partido se profirieron los más groseros insultos a militantes de la talla de Diane Abbott, o a los pocos parlamentarios laboristas que se habían mantenido leales a Jeremy Corbyn. Todos aquellos que se unieron a aquel festival de insultos y maniobras están ahora siendo recompensados con creces por Keir Starmer.
Todo lo que ha sucedido me lleva a cuestionar si será posible algún día disponer de un Partido que pueda comprometerse con un cambio realmente transformador. ¿Será realmente tan poderoso el establishment británico como para evitar que ello pueda llegar a suceder?
(01) Kenneth Loach (Nuneaton, 17 de junio de 1936), más conocido como Ken Loach, es un director de televisión y director de cine británico, conocido por su estilo de realismo social y temática socialista.
Loach es uno de los directores más laureados del Festival de Cannes, siendo uno de los 9 directores que han logrado ganar la Palma de Oro en dos ocasiones: en 2006 con su película The wind that strakes the Barley (El viento que agita la cebada) y en 2016 con su film I, Daniel Blake (Yo, Daniel Blake).