
N. del E. En estos días se filtraron algunas noticias que hacían referencia a Filipinas y el tifón que arrasaba parte de Manila, la persistencia de las guerrillas –maoistas o islamistas– en el archipiélago. O sea, escasa información, o algo así como más de lo mismo ya conocido. Se me ocurrió acudir al destacado periodista Gerardo López Alonso –un viajero pertinaz– y le comenté sobre el tema. Era obvio: también había estado en Filipinas en un encuentro de la ONU. Si bien puso el reparo de que el hecho era lejano, lo presioné (aprovechando nuestra antediluviana amistad)… y cedió. Y con algo más que ‘’un par de anécdotas’’… .
Filipinas, 49 años después
Filipinas, 49 años después mayo de 1979 Naciones Unidas invitó a un grupo de periodistas de todo el mundo (25 en total) a la quinta reunión de la UNCTAD (United Nations Conference on Trade and Development). Un organismo que, en medida importante, venía impulsando el economista argentino Raúl Prebisch, especialmente desde la CEPAL (Comisión Económica para América Latina). Fue una oportunidad para conocer las Islas Filipinas (unas 7000 en total, que albergan una población de 105 millones), su capital, Manila y la zona de guerrilla, activa en la zona de Mindanao.
Las Islas Filipinas llevan ese nombre por el rey Felipe II: en 1494 las potencias que dominaban el Atlántico eran España y Portugal; ambos imperios reclamaban derechos en el mar y plantaron sus diferencias ante el Papa Rodrigo Borgia, que delimitó las jurisdicciones en lo que sería el Tratado de Tordesillas. Allí se fijaba un meridiano de 370 leguas al Oeste de las Islas de Cabo Verde. Sin embargo, en ese acuerdo no se establecían los límites del otro lado de la Tierra, donde evidentemente había un mundo por descubrir y colonizar. Y allí, siguiendo el mismo meridiano quedaron marcadas las islas que se conocieron como Filipinas.
La impronta española sigue siendo grande hoy, mucha gente en Filipinas habla castellano, junto con el idioma nacional, que es el tagalog. Allí se filtraron, en el tiempo, palabras como «cuchillo» o «kumusta», una deformación de «¿Cómo está?». El inglés también se usa corrientemente: en las hubo combates importantes y de ellos quedan testimonios a la vista: cuarteles en parte destruidos, baterías de cañones, vehículos destrozados. Se tiene fácilmente en esos lugares, la sensación de que hubo guerra hasta hace muy poco.
En nuestro viaje de periodistas invitados el país estaba gobernado por un dictador: Ferdinand Marcos, en funciones entre 1965 y 1986. Marcos participó muy poco en las reuniones y plenarios corrientes en ese tipo de encuentros. Quien sí lo hizo de manera muy visible fue su mujer, Imelda Romuáldez; excelente cantante que estuvo presente en casi todas las reuniones. Era famosa en el mundo por sus colecciones de zapatos, que según se decía llegaban a los mil pares. Tiempo después, en 1986, tuvo que huir del país en el clima político hostil.
En un hotel importante en Manila está (disponible para huéspedes) la habitación que ocupó el general Douglas McArthur durante la Segunda Guerra Mundial, poco después de pronunciar su famoso «We shall return». Se trata de un hotel con una cocina sofisticada, que entre otros platos ofrece un inolvidable «Delices du Pacifique au Pernaud».
Buscando quebrar la rutina diaria me tocó hablar con los organizadores de nuestro viaje para sugerir que nos llevaran a la remota región de Mindanao. Fue un viaje de enrome interés: vimos pequeños poblados con casas de madera pegadas al mar y pudimos llegar hasta el límite físico que marca la región más allá de la cual operaba (y lo sigue haciendo), la guerrilla que conduce Nur Misuario, el Muro National Liberation Front. El sitio estaba marcado, para nuestra visita, por blindados.
Con uno de los periodistas, de México en este caso, fuimos a un restaurat típico del país. Nos sirvieron una comida aceptable, que en lugar de platos venía servida en grandes hojas verdes. Cuando pedimos cubiertos nos dijeron que esa comida tradicional ser sirve para ser disfrutada con las manos.
Buscando relaciones me encontré con una familia, de buena posición, que hablaba castellano fluidamente. Una señora, ya entrada en años era, de alguna forma, pariente del inolvidable dibujante argentino Lino Palacio. Me recibieron en su casa y al día siguiente me llevaron lejos de la ciudad a un reesort, para disfrutar al aire libre. La señora mayor había estado en Buenos Aires, a comienzos del siglo XX. Le llamaba la atención mi forma de hablar, muy diferente de la que ella había conocido y hablado en Argentina.
Un diplomático argentino, que cubría la actividad de las reuniones, se sumó a nuestro grupo de periodistas. Con él fuimos una noche a un casino que funcionaba en un enorme barco, un tanto antiguo, anclado en el puerto. Me sorprendió la diversidad cultural y étnica que se juntaba allí. A primera vista se tenía la impresión de que esa variedad de tipos humanos formaba parte de una película que alguien estaba filmando en ese momento.
Los periodistas de América Latina (alguno de México, otro de Chile y uno de Brasil. entre otros) logramos formar un buen equipo, única manera de soportar los interminables discursos que tomaban casi todo el tiempo disponible. Con Raúl Prebisch, a quien conocía desde hacía años, nos encontramos con alguna frecuencia. Recuerdo que una vez se quejó porque no le habían asignado un despacho privado, como sin duda esperaba. Su discurso, en alguna medida de despedida, fue valioso: se tituló a sí mismo como «el empleado más antiguo de las Naciones Unidas». Un amigo desde hacía tiempo, también funcionario de la ONU, era el inolvidable Héctor Fernández Camacho, con él pasamos momentos de valiosa conversación.
Un lugar especial merece el viceministro cubano, Carlos Rafael Rodríguez, tal vez el mejor orador de la conferencia y alguien con quien hablé bastante. La delegación argentina, en términos generales, no se destacó por su intervención. En contraste, el discurso de Robert McNamara fue conciso y hasta cierto punto previsible.
Pasó tiempo y, en lo personal, puedo decir que el encuentro de Manila no dejó grandes resultados, algo que suele ocurrir con frecuencia en el ámbito de las Naciones Unidas, en último análisis un organismo burocratizado que, en mi mi modesta opinión hace tiempo perdió la ruta que se había propuesto cuando se creó.