
Vivimos en un país donde predomina el pensamiento binario o dicotómico, esto es, la tendencia a evaluar las situaciones o cualidades personales en categorías extremas y absolutas, analizándolas desde una perspectiva de “blanco o negro”, “bueno o malo”, “aliado o enemigo”, etc.
Este tipo de pensamientos, imposibilita la capacidad de análisis y como consecuencia, una pobre percepción de la realidad dado que nos impide ver las diferentes opciones de las que podríamos disponer con una mente más abierta, tomando las decisiones en base a esta polarización del blanco o negro sin tener en cuenta los infinitos grises que hay en el medio. El pensamiento dicotómico es excluyente, limitante y cerrado, ya que dos opciones es demasiado poco para tan compleja realidad.
Esto da como resultado fanatismos y simplificaciones extremas que oscilan de un extremo al otro, llevando a que los individuos discutan sólo por poseer la razón y la verdad intentando su imposición a los demás, donde para que uno gane, el otro debe perder, predominando una descalificación constante a todo aquel que piense o vea el mundo de una manera diferente. En todos los ámbitos de la sociedad, este pensamiento cierra todo tipo de espacios de construcción colectiva y de hallar intereses comunes que permitan la coordinación de acciones.
No significa que el paradigma de la simplicidad sea ineficaz ya que no podríamos tomar decisiones, esto se debe a que jamás podríamos analizar el 100% de la información sobre cualquier tema para tomar una decisión. El enriquecimiento siempre está en los grises, hablamos de ver el mundo desde un paradigma o el otro, pero lo importante es la reflexión que existe en los puntos medios de los dos extremos.
La más ajustada antinomia del pensamiento binario, es el pensamiento dialéctico
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