La batalla perdida del judaísmo estadounidense Daniel Kupervaser. Analista politico israelí (desde Tel Aviv)

El idílico romance entre la colectividad judía y la mayoría de los sectores que componen la sociedad estadounidense está llegando a su fin. Ese camino común, solidario e integrador que acompañó y caracterizó durante las últimas décadas el desarrollo de ese país tan especial, hoy arribó a una encrucijada.

Frente a una gigantesca ola de actos antisemitas, algunos vulgarmente criminales, esta colectividad que supo en su pasado liderar acontecimientos históricos del judaísmo mundial, hoy se proyecta muy confusa y con clase dirigente muy desorientada.

Dos aspectos centrales caracterizan este despiste. En primer lugar, el liderazgo judío demuestra falta de interés y una visible impotencia en esforzarse por analizar la raíz de este proceso que tomó auge significativo el último lustro. El reconocido Rabino Jonathan Sacks es un buen ejemplo. En un artículo que analiza específicamente el tema no encuentra otras razones mas que retornar al disco rayado de motivaciones del antisemitismo que ya perdieron de tiempo atrás su trascendencia. Entre otros, Sacks acusa a Internet, a la conducta moderna del aislamiento de las personas que multiplica sentimientos de radicalización, a la extrema izquierda que no se ha recuperado del colapso del comunismo, a la extrema derecha que se siente amenazada por la composición cambiante de las sociedades occidentales, a muchos islamistas radicales que están preocupados por disfunciones en el mundo musulmán, y la última, “a mucha gente que cuando suceden cosas malas, busca un chivo expiatorio para culpar” (“Claves para comprender el antisemitismo estadounidense y luchar contra él”, Rabino Jonathan Sacks, Radio jai, 3-1-2020). Una colección de argumentos muy poco serios y/o convincentes.

En segundo lugar, el liderazgo judío local recurre al gobierno para que dicte normas a su medida y actúe al respecto en represión a los actos y expresiones de antisemitismo. También se dirige a los políticos locales para que se manifiesten en respaldo a sus demandas. La inmensa ciudadanía que compone la sociedad que los circundan son, para el caso, seres transparentes, invisibles, despreciables.

Nadie debería sorprenderse del fracaso rotundo de esta concepción en el enfrentamiento con la nueva ola de antisemitismo.

¿Por qué el fracaso?

Es verdad, por el momento, los actos antisemitas y principalmente las agresiones y ataques criminales contra judíos se llevan a cabo por “lobos solitarios”. Pero seria un grave error darse por satisfechos solo con este análisis. Es necesario dar respuesta al hecho que estos ataques se multiplicaron, y sobre todo adquirieron carácter más sangriento, justamente durante los últimos años.

¿Por qué los últimos años y no antes?

El advenimiento de Trump a la Casa Blanca potenció al máximo el servilismo de la clase dirigente de ese país hacia Israel como parte de la dependencia del masivo aporte de magnates judíos para el financiamiento de campañas proselitistas.

 

Con su típica desfachatez, Trump confesó muy orgulloso la orientación pro israelí de una serie de decisiones con la expresión: “Mi gobierno les dio algo que ustedes querían”. ¿A quién dirigió estas palabras? A magnates judíos de la Coalición Republicana Judía cuyos integrantes le financiaron una parte importante de sus esfuerzos eleccionarios (“Trump to Republican Jewish Coalition: Democrats Will damage Israel”, The Guardian, 6-4-2019). Es muy difícil no comprender hasta qué punto la sociedad estadounidense se vio humillada por la conducta de su clase dirigente que, frente a donaciones para promover sus candidaturas, no se avergüenza en correr y arrodillarse ante el liderazgo del pueblo judío para ofrecer ofrendas diplomáticas a solicitud de Jerusalén de parte de la primera potencia del mundo.

Bajo estas condiciones, nadie se debe sorprender ante una creciente proporción de la sociedad estadounidense que inmediatamente comienza a incomodarse con este tipo de relaciones. Cuando en la manifestación de Charlottesville en agosto de 2017 se vociferaba “los judíos no nos reemplazarán”, muy pocos prestaron atención al peligro que se avecina.

La soberbia que caracteriza la dirección judía de las diásporas le impidió captar que una creciente proporción de la sociedad estadounidense comienza a simpatizar con aquella expresión considerada diatriba antisemita en su tiempo: los judíos quieren dominar el mundo con su dinero. En el marco de una investigación de los últimos acontecimientos antisemitas de USA, se palpa perfectamente esta visión. Karin Monardi, neoyorkina que durante años admiró y trabajó junto a judíos estadounidenses lo expresó claramente. “Tras 40 años en este país, tengo muy claro que la mayoría de los aspectos de Estados Unidos de América están controlados por judíos. O ellos son los dueños, o tienen alguien que los administra a su favor” (“En ojos de los negros de New York, el dinero y la codicia judía son la fuente de los problemas”, Tzhaj Yoked, Haretz, 6-1-20).

Esta creciente aversión a Israel, judíos y judaísmo que se enraíza los últimos años en la sociedad estadounidense se convirtió en tierra fértil que fácilmente indujo a “lobos solitarios antisemitas” a tomar las armas en la mano contra la colectividad judía. La indiferencia de la ciudadanía local ante los ataques contra judíos fue lentamente generalizándose hasta convertirse en otro factor que estimuló a otros “lobos solitarios”. Como ejemplo vale mencionar a los vecinos de Jersey City que no dudaron en culpar a los mismos judíos por el criminal ataque antisemita de “lobos solitarios” contra el supermercado Kosher semanas atrás (“Vecinos de Jersey City al asesinato de sus vecinos judíos: los judíos son culpable de todo”, Ynet, 12-12-19).

Todos los esfuerzos en forma de multitudinarias manifestaciones de judíos, incluso con el apoyo de famosos políticos que todos saben que su interés primordial es el apoyo de judíos, se convertirán en batallas perdidas. Si ciertas instituciones y magnates judíos continúan exhibiéndose con su riqueza y descomunal poder de influencia en los distintos estratos del liderazgo estadounidense, ningún político, plan de esclarecimiento, ley, garrote, guardias armados y demás medios podrá proteger a la comunidad judía estadounidense de reacciones violentas de “lobos solitarios”. Los únicos que pueden proteger a los judíos son el conjunto de componentes civiles de la sociedad que los circunda y acoge. Para ello el liderazgo judío tiene que dirigirse directamente a ellos, no antes que decida, como mínimo, drásticos cambios en la conducta de ciertos sectores del judaísmo estadounidense que llevan sobre sus hombres la responsabilidad principal de haber creado ese sentimiento de aversión hacia Israel y los judíos.

Se debe eliminar la existencia, o al menos prohibir su injerencia en temáticas de política exterior de USA referidas a Israel, de 4 instituciones que son el foco del problema. Me refiero a la “Coalición Republicana Judía” (RJC en inglés), “Consejo de Judíos Demócratas” (JDCA en inglés), “AIPAC” y “J-street”.

CONSEJO DE JUDĺOS DEMÓCRATAS

Se debe prohibir la injerencia de magnates judíos con millonarias donaciones a partidos y candidatos políticos. En ojos de la mayoría de la sociedad estadounidense, estas donaciones compran el derecho a exigir diplomacia estadounidense en favor de Israel. La grosería de la conducta de alguno ellos, tal como periódicamente se expone en los medios, es muy evidente. Sería mucho más conveniente que toda intervención deseada en marcos políticos internos se lleve a cabo a titulo personal y en instituciones sin ninguna vinculación con el judaísmo o Israel.

Israel tiene todo el derecho de tratar de influenciar en el liderazgo estadounidense en su favor. Para ese objetivo el mundo reconoce el derecho y la obligación de las representaciones diplomáticas. El uso de ciudadanos judíos locales y la presión de su potencial económico es una conducta antidemocrática, inadmisible y en ciertos sectores hasta se la considera traición. Con mucha razón, una parte importante la ciudadanía local se rebela en un proceso que, lamentablemente, puede llegar a la violencia como se está viviendo en estos tiempos.

Continuar con el disco rayado de siempre solo podrá garantizar mas de los mismo, o, que lo peor está por venir.

Ojalá me equivoque.