Paradoja: porque Sudáfrica es uno de los países más xenófobos del mundo Alberto Rodríguez García. Analista internacional (Rusia Today. Moscú))

En pleno centro de Johannesburgo recuperaqdores de chatarra luego de un ataque xenófobo contra automovilistas de origen boer. (colonizadores de origen alemán del siglo 18)

Cuando el Congreso Nacional Africano bajo el liderazgo de Nelson Mandela puso fin al Apartheid en Sudáfrica, el futuro parecía esperanzador gracias a un proyecto nacional basado en la convivencia multiracial que durante casi medio siglo fue imposible.Cinco lustros después, de esa convivencia soñada ya no queda apenas nada.

Los brotes de violencia xenófoba contra inmigrantes a los que destruyen sus negocios e incluso machetean en mitad de la calle a plena luz del día, así como los asesinatos de granjeros bóer, ya son algo normal en una Sudáfrica económicamente ruinosa (con la mitad de la población adulta viviendo bajo el umbral de la pobreza y un 28% de paro), socialmente rota y tremendamente violenta.

La cruel realidad sudafricana sepulta los sueños del gran líder Nelson Mandela y su lucha anti-secregacionista y racial.

A principios de mes hubo un estallido de revueltas xenófobas –que se suman a las de abril– en Johannesburgo contra inmigrantes africanos que se saldaron con decenas de negocios cerrados, otros tantos destrozados por las llamas y diez asesinatos.Los recientes ataques indiscriminados –e injustificados– contra inmigrantes han sido el punto de inflexión que, parece, traerán consecuencias para Sudáfrica.

Nigeria ha iniciado los procesos de repatriación de cientos de sus ciudadanos cuya integridad está amenazada, y se estima que otros 600 nigerianos tienen pensado volver a su país en los próximos días; algunos porque temen por su vida, y otros porque en los ataques lo han perdido todo.

Además de la población extranjera, los Bóer (grupo germánico que habita Sudáfrica) también se han visto obligados en los últimos años a abandonar las tierras, que habitan desde hace más de tres siglos. Muchos fueron hacia el norte; a Mozambique, Sudán, Zambia e incluso Libia, donde su experiencia trabajando la tierra en las duras condiciones de África es muy valorada.

Rusia también se ha convertido en un país que en el desastre sudafricano ha visto una oportunidad para su desarrollo. Tal es así que el año pasado el país acogió a las primeras 50 familias Bóer que llegaron en busca de asilo huyendo de los ataques y asesinatos que sufrían en su país. Se estima que unos 15.000 Bóer estarían dispuestos a viajar a Rusia para seguir viviendo como granjeros.

Pobreza y xenofobia, dos caras de una misma moneda

La pobreza y el analfabetismo son el caldo de cultivo perfecto para que la población sudafricana asuma, asimile y normalice cada vez más las ideas xenófobas, como si fuesen incapaces de aprender de su historia. De acuerdo a una investigación del Pew Research Center, el 62% de los sudafricanos ve a los inmigrantes como una amenaza que llega para robarles el trabajo y los beneficios sociales.

Estas ideas se traducen en que los ataques xenófobos dirigidos mayoritariamente contra inmigrantes procedentes de Nigeria, Malaui, Somalia, Zimbabwe y Mozambique no han dejado de crecer hasta alcanzar en 2008 la alarmante cifra de 67 asesinatos (aunque se estima que hay más, este es el número oficial registrado).Según el Centro Africano para la Migración y Sociedad de la Universidad Witwatersand de Johannesburgo, la violencia xenófoba se ha convertido en una característica del Sudáfrica post-apartheid.

No se puede entender esta problemática sin mirar al pasado para conocer la esencia de Sudáfrica: un país creado a partir de la segregación y construido en el odio, donde un gobierno mediocre oculta su fracaso con discursos raciales, algo de populismo barato y muchas mentiras para re-escribir la historia a su antojo.Que ‘Dubul’ ibuhunu’ (dispara al Bóer) sea una canción todavía popular entre los dirigentes del Congreso Nacional Africano, que no ocultan su odio racial a una comunidad en particular, dice mucho del tipo de gobierno que hay hoy día en Sudáfrica.

Hay dos formas de justificar el racismo del CNA:

1- Como no tiene complejos en decir el popular político sudafricano –de origen zulú– Mbyiseni Ndlozi, «tomar las tierras de los blancos está justificado porque no es realmente su tierra».
2- Los Bóer siguen siendo aquellos supremacistas blancos que no aceptan el fin del Apartheid.
Ambas afirmaciones, sin embargo, parten de premisas falsas, y solo un miserable podría encontrar acomodo en las mismas para justificar el odio hacia comunidades enteras por cuestiones de raza o etnia.

Por un lado, es importante destacar que los bantúes en general y zulúes en concreto, las etnias mayoritarias de Sudáfrica, fueron ‘los últimos en llegar’… y lo hicieron mediante la conquista y el exterminio de otras tribus durante lo que hoy día se conoce como el Mfekane (aplastamiento). La única población que se puede considerar autóctona de Sudáfrica son los bosquímanos Joisán, actualmente marginados y sin el reconocimiento de su derecho aborigen a la tierra por parte de esos mismos déspotas que se llenan la boca hablando de recuperar su tierra de manos de los blancos.

Del mismo modo, la primera comunidad en comenzar a labrar las tierras de la región después de que éstas fuesen abandonadas por la sequía en el siglo XIV fueron los granjeros Bóer que llegaron desde Europa con la Compañía Neerlandesa de las Indias a un lugar inhabitado en 1652. Y finalmente llegaron los zulúes, originarios de Malaui, que en los años posteriores a 1818 vivieron un periodo de expansión gracias a las conquistas de su rey Shaka Zulu.