
La farsa de Trump esta arribando a su fin. Tras casi 4 años de falsas promesas, “el acuerdo de paz del siglo” entre palestinos e israelíes arribó a un estado agónico y su último suspiro es cuestión de muy poco tiempo. Esta circunstancia no pasa desapercibida, no en el gobierno de Israel, no en el marco de la Autoridad Palestina, ni tampoco en los pasillos parlamentarios de Estados Unidos.
Hasta el Canciller estadounidense Pompeo lo consideró últimamente como “no ejecutable” (“Exclusive: Pompeo delivers unfiltered view of Trump’s Middle East peace plan in off-the-record meeting”, The Washington Post, 2-6-19). Todos aquellos que disponen de olfato de sabueso ya comenzaron a organizarse en un necesario proceso de reordenamiento.
TRUMP Y SU PLAN DE PAZ
Sorpresivamente, quienes tomaron la iniciativa que de alguna manera desequilibra el fuerte posicionamiento de Trump fueron justamente senadores y congresales estadounidenses. Y no solo eso. El hecho del surgimiento de un movimiento que agrupa representantes democráticos y republicanos tira por el suelo toda acusación de una campaña con trasfondo político partidario.
Los senadores estadounidenses Rob Portman (Republicano) y Ben Cardin (Demócrata) presentaron un sofisticado proyecto de resolución. En su introducción declaran su apoyo al Estado de Israel, expresan su fuerte oposición a los intentos de deslegitimación de Israel por medio del movimiento BDS y reclaman la necesidad de Israel de desarrollarse en condiciones de seguridad en un estado judío y democrático. Pero no todo es un plato de zanahorias para Netanyahu. Al final viene el palazo. Demandan la solución de dos estados para dos pueblos como política oficial del gobierno de Trump. En sus palabras: “la política de los Estados Unidos…… ha reconocido que tanto el pueblo israelí como el palestino deberían poder vivir en estados seguros y soberanos, libres de temor y violencia, con reconocimiento mutuo” (Pagina Web del Senador Ben Cardin, 25-3-19).
El gobierno de Netanyahu no se cruzó de brazos ante semejante amenaza de presionar a Trump en favor de la solución de dos estados. Según el reconocido periodista Barak Ravid de Canal 13, “El embajador israelí en USA, Ron Dremmer, junto a otros diplomáticos israelíes, se dirigieron a los senadores que presentaron el proyecto demandando de su iniciativa la exclusión de la expresión “solución de dos estados”. Estos diplomáticos israelíes mencionaron a los senadores que Israel no tiene problemas con una resolución que brinde apoyo a la renovación de las negociaciones directas entre Israel y palestinos sin condiciones previas, pero se opone a toda resolución que mencione un estado palestino, inclusive de forma indirecta. Los senadores rechazaron las presiones israelíes y continúan promoviendo la iniciativa” (“Israel presiona para evitar una resolución del Congreso estadounidense en apoyo de la solución de dos estados”, Canal 13 Tv Israel, 5-6-199.
Hasta aquí se trata de la descripción de un proceso que en la historia se repitió en numerosas oportunidades. La diplomacia israelí trata de inclinar a su favor decisiones del congreso estadounidense, acto legítimo según normas internacionalmente reconocidas. Un detalle hace a este acontecimiento algo fuera de lo común. En contraposición de prácticamente todas las situaciones similares del pasado, en el caso presente la diplomacia israelí desiste de hacer uso del gigantesco poder de influencia del lobby estadounidense pro israelí AIPAC, quienes brillan por su ausencia.
Aun no hay constancias si la decisión de prescindir de AIPAC fue por iniciativa israelí o de parte de la institución judío estadounidense. La razón es muy sencilla. Se puede decir que ya de muchos años atrás, AIPAC en su declaración de principios, se identifica claramente con la solución de dos estados para dos pueblos, tal como lo expresa su página web hasta el día de hoy. En relación al proceso de paz palestino-israelí AIPAC declara: “AIPAC apoya firmemente una solución de dos estados y trabaja incansablemente para llevar la paz a la región. Una solución de dos estados, un estado judío de Israel que vive en paz con un estado palestino desmilitarizado, con el fin de todas las reclamaciones, es el camino claro para resolver este conflicto de generaciones anteriores” (Página Web AIPAC).
La actitud de Netanyahu de enfrentarse con el Congreso Estadounidense en contra de la identificación con la solución de dos estados para los dos pueblos acorrala a AIPAC en una encrucijada con solo dos salidas, una peor que la otra.
NETANYAHU EN AIPAC
Si persisten leales a sus principios declarados, sin lugar a dudas, se producirá un alejamiento de Netanyahu y su gobierno. Como paso siguiente, es de suponer una conducta oficial israelí, y seguramente también de Trump, con una lluvia de vituperios similares a los enviados a los representantes del partido demócrata estadounidense: antisemitas, izquierdistas, traidores de Israel, etc. Similarmente al trato a muchos generales en retiro del ejército israelí que repetidamente pusieron en peligro sus vidas en defensa de Israel, desde el momento que se oponen a Netanyahu, pasaron a ser izquierdistas, traidores, antisemitas.
Alternativamente, AIPAC podría adoptar la visión de Groucho Marx: “estos son mis principios, pero si no le gustan tengo otros”. En otras palabras, abandonar toda su trayectoria histórica para acurrucarse debajo de Netanyahu defendiendo a capa y espada sus posiciones, no importa su significado. Esta actitud acentuará y reforzará significativamente su imagen ante la sociedad estadounidense de ciudadanos judíos de ese país cuya misión principal es aprovecharse de los derechos de su ciudadanía para ser movilizados y presionar a su gobierno en favor de intereses foráneos: Israel.
Bajo esas condiciones nadie se debe sorprender que ciertos sectores de la sociedad estadounidense salgan a gritar a las calles “los judíos no nos reemplazarán”, tal como ocurrió en la pasada manifestación de Charlottesville. Para muchos dejará de ser un vituperio antisemita para expresar la verdad.
Ojalá me equivoque