
[Los contratistas de guerra] “ no son sólo manzanas podridas: son el fruto de un árbol muy
tóxico. Este sistema depende del maridaje entre inmunidad e impunidad. Si el
gobierno empezara a golpear a las empresas de mercenarios con cargos formales
de acusación de crímenes de guerra, asesinato o violación de los derechos
humanos (y no sólo a título simbólico), el riesgo que asumirían estas compañías
sería tremendo. (…) La guerra es un negocio y el negocio ha ido muy bien ”.Jeremy Scahill. Periodista de investigación galardonado con el Premio Polk.
Con el surgimiento del mundo moderno que trae el capitalismoy el afianzamiento de los Estados nacionales, la defensa de la soberanía, o lasguerras de conquista, cada vez más fueron confiándose a ejércitos regularesbien entrenados, profesionalizados y crecientemente especializados.De tal forma, los mercenarios –figura histórica,legendaria, que existió desde la antigüedad en todos los contextos (psicópatashubo siempre)– fueron desapareciendo.
La sistematización de los ejércitosmodernos inspirados en el modelo prusiano decimonónico terminó definitivamentecon los combatientes mercenarios (no así con los psicópatas). Pero elneoliberalismo de fines del siglo XX los trajo nuevamente.Desde la última década del pasado siglo, laproliferación de estas empresas militares privadas, habitualmente conocidascomo “contratistas”, ha tenido un aumento exponencial. Si bien muchas potenciaslas poseen, es en Estados Unidos donde se registra el mayor crecimiento.Entre otras pueden mencionarse: Academi (la másgrande del mundo, anteriormente llamada Blackwater –nombre que debiócambiar por cuestiones de imagen al haber sido denunciada por tremendos excesosen las operaciones en que participó–, “ Una prolongación patriótica de lasFuerzas Armadas de Estados Unidos ”, según dijera uno de sus fundadores), DynCorp,Aegis Defense Services, G4S, CACI, Titan Corp, Triple Canopy, UnityResources Group, Defion International.La gran mayoría de ellas son de origen estadounidense,pero el fenómeno se expandió por todo el mundo. Incluso Rusia, retornando alsistema capitalista, también presenta estos “contratistas”.
Varios son los motivos que explican este impresionantecrecimiento: por un lado, el fabuloso negocio que representan. En la actualidadestos ejércitos privados mueven más de 100,000 millones de dólares al año. Comodice el epígrafe de Scahill: “ La guerra es un negocio y el negocio ha idomuy bien”.Las guerras de Irak y Afganistán, formalmente desplegadas por coaliciones multinacionales, pero en verdad lideradas por las fuerzas armadas de Estados Unidos, marcaron el uso abierto de ejércitosprivados (mercenarios), pagados con dineros federales por Washington. Parainicios del 2008 había en Irak más contratistas privados (se calculan 190,000)que tropas regulares del ejército. Según un informe del Congreso de ese país, enla guerra del Golfo Pérsico se pagaron 85,000 millones de dólares en el período2003-2007, lo cual representa el 20% de todo lo desembolsado por Estados Unidosen esa contienda.Otro gran motivo que fundamenta este crecimiento es deorden político: resentida aún del síndrome de Vietnam (con alrededor de 60,000muertos), la clase dirigente estadounidense y su administración federalprefieren ocultar el número de bajas en sus aventuras bélicas.
Los contratistas, al no ser soldados regulares de sus fuerzas armadas, pasan más desapercibidos para lo opinión pública.Existe otro motivo más, no muy explícito, pero de granpeso: los mercenarios, por no ser miembros de una fuerza regular sino personal“independiente”, no están sujetos a regulaciones internacionales que norman lasguerras, como las Convenciones de Ginebra. Si bien Estados Unidos firmó esostratados, no los ratificó, por lo que no se somete a ellos. De esa cuenta, losejércitos privados están en un cierto limbo legal, lo cual les excluye delDerecho Internacional. Así, las tropelías y excesos que puedan cometer (y quede hecho cometen) quedan relativamente fuera de toda normativa.Ejemplos al respecto hay numerosos.
La tristementecélebre empresa Blackwater, ahora rebautizada Academi para borrar su anteriormala imagen, está asociada a los peores crímenes de guerra, pero pese a ello,el gobierno federal de Estados Unidos sigue asignándole millonarios contratos.La corrupción y la impunidad, como se ve, no son patrimonio de los “atrasados”países del Sur. (A título complementario: Donald Trump insiste enfermizamenteen la construcción del muro en la frontera con México… ¡porque está ligado aempresas constructoras!).Las empresas contratistas militares se especializan entodo tipo de servicio que tenga que ver con una avanzada bélica; se encargan deaspectos logísticos y aprovisionamiento de la tropa, de telecomunicaciones,tareas de enlace, vigilancia, adiestramiento de combatientes y, por supuesto,de combate abierto (las torturas o acciones “oscuras” no se declaran, perotambién las hacen, como fue el caso de la famosa cárcel de Abu Ghraib, en Irak,o las operaciones encubiertas para provocar a Venezuela realizadas desdeterritorio colombiano, donde participan “paramilitares” de difusa procedencia).En lo tocante a lucha frontal, la experiencia denumerosas intervenciones en distintos puntos del globo muestra queefectivamente tienen una gran capacidad operativa, pues actúan al lado de lasfuerzas regulares, en muchos casos con vehículos blindados, helicópterosartillados y armamento de asalto de alta tecnología.El personal que contratan está dado, en general, porex miembros de ejércitos con alta capacitación y experiencia de combate; muchasveces son comandos especializados, soldados de élite (a tal punto, que muchoscuerpos de estas unidades regulares de lujo se han visto afectados, dado quesus integrantes prefieren la paga de una empresa privada a la recibida en supuesto estatal). Un mercenario en algunas de estas contratistas puede llegar acobrar 1,000 dólares diarios. El negocio de la muerte paga bien, sin dudas.¡Eso es el capitalismo!Dentro de las fronteras estadounidenses, después de lafiebre paranoica desatada con la caída de las Torres Gemelas en el 2001,proliferaron estas empresas privadas ofreciendo “seguridad”.De ahí que hoy es común ver a contratistas custodiandopuertos, aeropuertos, cárceles y centrales nucleares. Salvando las distancias,sucede lo mismo que en un “pobre paisucho atrasado” como Guatemala; allí, antela proliferación fabulosa de agencias de seguridad privada (¡que no pagan 1,000dólares diarios a sus agentes contratados!), es aleccionador lo dicho por un expandillero: “ No soy sociólogo ni politólogo, pero me doy cuenta que hayuna relación entre un chavo marero al que le dan la orden de cobrarle extorsióna todas las tiendas de una comunidad y el diputado que tiene una agencia deseguridad, y al día siguiente está ofreciendo sus servicios ” .El negocio de la guerra, o si se quiere, el negocio dela violencia –que se alimenta del miedo de la gente– da muy buenas ganancias.Palabras altisonantes como libertad, democracia, derechos humanos y otraspreciosuras por el estilo, quedan perforadas por los disparos.“Donde hay balas sobran las palabras”, rezaba unapinta callejera en algún arrabal latinoamericano. Lamentablemente, es cierto.