
El que repite que “”el hombre es el rey de la creación” (que es un vulgar decir, puesto que solo somos parte de la evolución de las especies) sin consultar (previamente) con cualquier animal que pudiera comunicarse con nosotros… Sobre todo cuando la vida del animal concluye siendo un alimento, un abrigo o simplemente un objeto donde descarga el humano, su odio y su crueldad. (Aquí la autora es coprotagonista del relato)
LA TORTUGA COMUNICA / Electra Peluffo
¿Qué ha sido de tu tortuga, tía? ¡Ay mi tortuga! Por ella y para ella aprendí muchas cosas de la naturaleza, ya que siempre sentí simpatía-curiosidad por esas centenarias hibernantes de tierra, de las de agua poco sé. Agrego ahora respetuosa admiración, gracias a mi convivencia con Juanita. Ya que te acuerdas de ella, te contaré lo que viene a mi memoria.
Nuestro esférico planeta Tierra gira, seguramente para conservar su redondez. En una de sus vueltas me bajé en Pekín. Viajar enseña mucho, de todo. Por ejemplo que en China, güi fue siempre considerada una criatura enigmática y al mismo tiempo muy simbólica porque custodia los secretos del cielo y de la tierra. Desde la lejana Antigüedad se asimila su caparazón dorsal a la cúpula celestial y el ventral, al plano terrenal y así, ambos trozos reunidos representan el cosmos: arriba el cielo, abajo la tierra, la naturaleza abrazada por ellos.
Simbolizaba inmutabilidad, constancia, larga vida, virtudes básicas del emperador para quien las estelas imperiales se montaban sobre una tortuga de piedra. Por su longevidad se le atribuyeron 10 mil años de vida, que en China equivale a infinito-eternidad. Mas ¡atención! también se la consideraba un ejemplo inmoral, una coqueta infiel. Convencido el vulgo de que no existía la tortuga macho, sólo hembras, se suponía que copulaban con las serpientes y por tanto decir güi era -y es- tabú, un insulto.
Oriente me confirmó lo que ya había comprendido por experiencia personal: que las tortugas activamente comunican con el mundo que las rodea. Que no sepamos o no podamos entender su mensaje es deficiencia nuestra ¡cuánto hemos perdido los humanos de todo aquello con que la naturaleza nos dotó y que sabiamente los animales suelen conservar!
Si sigues interesado en mi relato, escucha bien.
Owen, hipopótamo bebé de 300 kilos, llegó desde el río Sabaki a la costa de Kenya en África arrastrado por el terrible tsunami que asoló Tailandia en la Navidad 2006. Como mamífero de agua dulce sufrió un baño “salado” en el Índico. Ya recuperado adoptó como “madre” a una recoleta tortuga macho centenaria con la que convive feliz, ¡inseparables! Juntos nadan, pasean, comen, duermen. Es verdad que si la tortuga intercomunica, el hipopotamito no se queda atrás ¿qué se “dicen” y cómo? Enigmática naturaleza.
Para esa fecha ya había aprendido yo que las tortugas…
Juanita convivía, creo que plácidamente, entre nosotros. Silenciosa, se sabía por dónde andaba por los ruidosos resbalones que sufría caminando sobre el parquet. Nada demandante, se alimentaba de verduras, frutas, hortalizas que devoraba a un ritmo marcado por movimientos de su cabeza. Cada día la remojaba un ratito en una palangana y bebía. A veces, tratando de salir, “volcaba” y había que rescatarla del derrape restaurándola a su posición natural.
Anunciaba el invierno buscando dónde refugiarse para hibernar, tarea difícil en un departamento, pero su brújula interior -¡envidiable!- le indicaba dónde instalarse. Y en casa, ese sitio era entre el calzado de verano guardado en los bajos de un armario: buscando enterrarse se la oía rascar la pared a la que casi perfora con sus poderosas uñas. A veces en mitad del invierno salía, moviendo la cabeza ¿para sacudirse el polvo que ella misma había producido? caminaba un rato y volvía a “sus zapatos” desdeñando la fresca lechuga que le ofrecía. Cinco meses sin comer.
Entendí que comunicaba con su entorno a pesar de la hibernación: conocía lo que pasaba en su exterior desde un alto edificio donde dormía “enterrada” entre zapatos. Despertaba ¡al fin! en primavera, algunos años coincidiendo con la floración de los almendros.
¡Y vaya si comunicaba! Las tortugas no pueden oír ni emitir sonidos audibles por los infradotados humanos, sin embargo, cada mediodía a mi regreso sin hora fija -lo que elimina una condicionada rutina- me esperaba junto a la puerta y ya dentro, se me subía a los zapatos: me impedía caminar. Para desplazarme debía levantarla y acariciándole el caparazón (el cielo de los chinos) íbamos hasta la cocina buscando nuestras comidas. ¡Juanita me quería tanto como yo a ella! Y me lo decía casi todos los días, me sentía su emperatriz. ¡Conmovedor!
Pero esta imperial comunicación me indicó que a lo mejor Juanita no era feliz en su soledad, de la que me sentía responsable. ¿Qué hacer?
Los dos hijos de Marina, mi vecina y amiga, tenían en su enorme piso gallinas, conejos… Ellos ya habían biencuidado de Juanita durante mis vacaciones, pero esta vez, cuando intenté recuperarla, se “amotinaron”: “Mamá, dile a Electra que nos deje la tortuga”. Verás, ganaron los muchachitos y la llevaron a su tienda que contaba con jardín trasero. Una fiesta para ellos y Juanita parecía adaptada, con rincón de tierra para hibernar.
Sin embargo enfermó, el cambio de dieta, de ambiente, ¿otro tipo de soledad…? El veterinario indicó tratamiento que no resultó y nos informó que Juanita había sido Juanito toda su vida…
Doble tristeza la mía, porque éste no era precisamente un detalle menor. En la modernidad, me comporté como un chino de la antigüedad: no me interesé ni respeté su biología y actividades correspondientes, ¡animalito! Imposible mascota de un departamento.
Atesoro los recuerdos del tempo con él compartido y aunque me emociona rememorar su historia, contártela es una suerte de homenaje de afecto y respeto.
¿Sabes distinguir una tortuga hembra de otra macho? Ya aprendí, aunque tarde para Juanita/o y saberlo no hubiera cambiado nada, porque ¡ay! es grande la arrogante ignorancia del humano ¿rey de la creación?
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* La doctora Electra Peluffo (1936-) vivió durante la década del sesenta en China Popular, donde pudo estudiar Medicina Tradicional especializándose en esa disciplina. Radicada en España, junto a su ejercicio profesional, siguió publicando libros y artículos y ejerció la docencia en la Universidad de Valencia. (Es hija de Julio Luis Peluffo, intelectual marxista (Director de Cuadernos de Cultura/ PCA) y médico psiquiatra.