
La vida moderna ha llevado al mundo a visiones dicotómicas en lo referente a la cocina. Mientras que la tradición se aferra a una larga preparación a fuego lento, el modernismo se inclina cada día más por la rapidez del delivery de fast food. Una dicotomía muy similar se refleja en el trasfondo del conflicto entre Irán e Israel.
Mientras que la visión israelí se inclina por soluciones inmediatas, tan característico de esta sociedad que sueña con dar vuelta la hoja de un solo golpe, la doctrina iraní cocina el conflicto a fuego lento.
Fuera del permanente equipamiento del ejercito iraní con armamento moderno y sofisticado, dos frentes concentran la atención israelí en el desarrollo histórico del enfrentamiento con Irán. El primero es la creciente amenaza de masivos ataques con misiles tanto desde el Líbano por parte de Hesbollah como de Hamas desde Gaza. El segundo es el avance iraní en el desarrollo de su potencial nuclear.
En su segunda cadencia, Netanyahu instaló en 2009 la amenaza iraní en el centro de sus preocupaciones estratégicas, especialmente los esfuerzos persas en materia nuclear. Tanto las graves sanciones económicas de occidente, como la serie de sabotajes puntualizados en instalaciones y personal jerárquico involucrado en ese proyecto, adjudicados a servicios secretos de Jerusalén por medios internacionales, no lograron el objetivo de disuadir al liderazgo de los ayatolas. Éste continuó con su lento y permanente avance.

Durante los dos años posteriores a 2010, según diversos informes y entrevistas a ciertos personajes claves difundidos por la prensa israelí, Netanyahu y Barak como ministro de defensa, se centraron en organizar un ataque a instalaciones nucleares en Irán. Este osado plan fue abortado por la insistente oposición de altos niveles del Mossad, Servicio de Seguridad (Shavak) y el ejército.
Otro factor que desanimó a Netanyahu y Barak en su proyecto fue la materialización de la visión pragmática de líderes de las 5 potencias mundiales junto a Alemania de negociar directamente con Irán. Pese a la insistente y enardecida oposición de Netanyahu, en abril de 2015 se firma el pacto denominado Plan Conjunto de Acción Comprehensiva (JCPOA, por sus siglas en inglés) basado en la limitación del potencial de desarrollo nuclear de Irán como contrapartida de la cancelación de sanciones económicas.
Pese al estricto cumplimiento del pacto por parte de Irán, controlado por organismos internacionales, la insistente presión de Netanyahu sobre Trump, “convenció” a este último a abandonar el acuerdo y a lanzar nuevas sanciones económicas sobre Irán. Las indecisiones del resto de los firmantes llevaron a Irán a declarar su libertad de acción y publicar su decisión de incrementar significativamente el proceso de enriquecimiento de uranio. Desde entonces Netanyahu vocifera que Irán no cumple el pacto, pero se olvida que justamente él mismo fue el primero en promover la cancelación del mismo.
Entre las interesantes revelaciones del último libro de John Bolton, ex Asesor de Seguridad Nacional de Trump, se trasluce la posibilidad que en 2017 Netanyahu se encontraba en plenos preparativos para atacar a Irán. En esa oportunidad Trump le trasmitió a Netanyahu su total apoyo si decide solucionar el problema de un solo golpe (“Trump trasmitió respaldo a ataque israelí a Irán”, Israel Hayom, 21-6-20).
El frente de Hesbollah y Hamas, armado por Irán, no es menos amenazante que la bomba atómica, y tambien ahí se percibe el fuego lento de los persas. El general retirado Yitzhak Brick lo describió perfectamente: “Israel no tiene respuesta militar adecuada al enjambre de 250 mil misiles apuntando a Israel desde el Líbano y Gaza. Según las estimaciones, en la próxima conflagración se lanzarían 3 mil misiles por día sobre la población civil e infraestructura de Israel. Se trata de misiles de precisión con cargas de cientos de kg. de explosivos. Israel no podrá derribar a todos” (¿El sistema sanitario se desmorona? Esperen y verán al ejército de Israel en la próxima conflagración”, Yitzhak Brick, Haaretz, 21-5-20).
Durante los últimos años, y hasta el momento, Israel trató de neutralizar el abastecimiento iraní en este frente por medio de permanentes ataques aéreos a sus centros logísticos en territorio sirio. Últimamente el ritmo es de un ataque semanal. En cada uno de ellos el vocero militar israelí se encarga de mostrar los exitosos resultados por medio de fotos “antes” y “después”, con las instalaciones destruidas.
Naftali Bennet, el anterior ministro de defensa, se jactó de sus triunfantes bombardeos, asegurando que “ya se observan las primeras señales de debilitamiento y replanificación por parte de los iraníes en Siria” (Hamal, 18-2-20). Más aún, mes atrás funcionarios de seguridad de Israel informaron que comenzó la retirada iraní de Siria (“Funcionarios de seguridad: Irán comenzó a retirarse de Siria”, YNET, 5-5-20). Nada cierto, todo desinformación. El general en retiro Amos Yadlin, ex Jefe de Informaciones del ejército mencionó que “la evaluación que los iraníes abandonan Siria no fue más que una ilusión” (“Irán podría tomar represalia”, Israel Hayom, 24-6-20). No solo que los iraníes no se mueven, sino que continúan sin descanso con sus planes de equipamiento a Hesbollah y Hamas.
Lamentablemente no se ofrece al público israelí un verdadero análisis de la conducta del país persa. En la práctica, durante los últimos 3 años Israel propina semanalmente a los iraníes en Siria una resonante cachetada. Estos últimos, fuera de un par de represalias de grado menor, solo optan por continuar con la rutina de siempre ofreciendo inocentemente a Israel la otra mejilla. Nada más tonto que festejar los ataques israelíes y reírse de los iraníes. Todo lo contrario.
Un análisis serio debe llegar a las siguientes conclusiones.
La falta de respuesta iraní a los ataques israelíes es un claro indicio de la existencia de un plan con un objetivo muy importante, de mucho mayor escala y a largo plazo, cuya agenda no merece ser complicada por una respuesta a un ataque esporádico.
El significativo precio que Irán paga por estos ataques israelíes (hasta ahora cientos de muertos e instalaciones destruidas) probablemente sea despreciable respecto a los beneficios previstos a largo plazo.
Es hora de preguntarnos seriamente: ¿Tiene sentido seguir presionando con sanciones económicas a Irán?, ¿no fue un error histórico empujar a Trump a cancelar el acuerdo de las potencias con Irán?, ¿no se trata de una tremenda falla estratégica dedicarse ahora a la anexión de territorios de Cisjordania?
Lamentablemente la mayoría de la ciudadanía fue inducida a preocuparse en estos días solo por la posibilidad que la familia Netanyahu no pueda llegar a fin de mes por su salario de hambre y sea declarada en indigencia.
Ojalá me equivoque.
* Daniel Kupervaser. Herzlya – Israel 27-6-2020 http://daniel.kupervaser.com/
kupervaser.daniel@gmail.com