
Durante toda una generación, la izquierda israelí sigue obstinadamente confiando en la solución del conflicto con los palestinos según varias versiones basadas en la fórmula “dos estados para dos pueblos”, que se alcanzaría en un acuerdo tras negociaciones con representantes palestinos. La mayoría de ellas se basan en un número limitado de aspectos centrales.
A. Detener la violencia y terminar con la situación conflictiva.
B. Reconocimiento mutuo
C. Compromiso territorial
D. Establecimiento de un estado palestino independiente
E. Relaciones pacificas entre los dos estados.
En varios documentos fuimos testigos de los Acuerdos de Oslo, la Iniciativa de Ginebra, el Censo Nacional del general Ami Ayalon, el esquema de Clinton, la iniciativa de la Liga Árabe. Más allá de los puntos más o menos comunes mencionados anteriormente, quienes lo propusieron y todos aquellos que aún apoyan la solución de “dos estados para dos pueblos” han argumentado repetidamente y hasta apasionadamente, en oposición a la derecha israelí, que “hay con quien hablar del lado palestino”.
Cada uno, en su momento, creó expectativas y esperanzas que, en todos los casos y sin excepción, terminaron en dolorosas decepciones.
¿Por qué?
No hay duda que los líderes de ambos lados del conflicto pueden arribar a un acuerdo basado en los puntos mencionados en el que se pueden garantizar los requisitos mínimos y las aspiraciones de cada lado y disponer de una base razonable para su existencia y perduración. Llegado a un acuerdo de ese tipo, estoy convencido que detrás de la delegación de cada parte se alistaría la mayoría necesaria de su ciudadanía para aprobar el acuerdo.
Con todo ello, no es más que una fantasía, tanto para la firma y aprobación del acuerdo, como para su materialización en el terreno. No porque cualquiera de los lados esté mintiendo o trampeando. Creo que los representantes de las partes tienen la intención real y verdadera de implementar el acuerdo tal como está escrito. Pero nadie puede desentenderse de la realidad que, tanto en el lado israelí como en el palestino, conviven sus propios grupos extremistas que defienden el principio de “el todo o nada” y expresan sus posiciones con mensajes disuasivos y generalmente violentos. Los palestinos tienen los grupos de Hamas y Yiad y en Israel los grupos extremistas dentro de los colonos y sus partidarios. Los ataques con bombas suicidas de Hamas y el asesinato de Rabin son un buen ejemplo.
Estos grupos no dudarán en frustrar e incluso sabotear cualquier esfuerzo para firmar un acuerdo, en particular, para implementarlo. Mientras ambas partes no repriman a estos grupos, no existe la mínima posibilidad de alcanzar y cumplir ningún acuerdo político razonable entre las partes.
En este contexto, gran parte de la sociedad israelí se fue convenciendo que, en la situación actual, no tiene sentido hablar de un acuerdo con los palestinos. Esto trajo como consecuencia un debilitamiento permanente de la izquierda israelí que se fue sucediendo durante los últimos 25 años y ha alcanzado el punto de una posible desaparición en las recientes elecciones. Por lo tanto, si se quiere continuar en la batalla por el futuro de Israel, se hace imprescindible terminar con la melodía de “Dos estados para dos pueblos”.
A decir verdad, la parte sensata de la sociedad israelí tiene razón al señalar que, por el momento, no hay una solución de dos estados, pero ese mismo electorado comete un serio error cuando a esta situación la interpreta como el motivo para dar mano libre a continuar con el statu quo y expandir los asentamientos en Cisjordania.
Aquí está la tragedia de Israel.
No hay discusión que con la continuidad del status quo seremos testigos de la constitución del monstruo llamado “estado binacional” con todas las trágicas implicaciones para el pueblo judío. Con los planes de anexión de Netanyahu el proceso se acelerará. Sin la anexión simplemente se dilatará por unos años más. Esa es toda a diferencia.
Este debería ser el punto de partida de la nueva posición de la izquierda israelí.
No hay duda que en un futuro cercano no tiene sentido buscar una solución permanente basada en la fórmula de “dos estados”. Esto es cierto incluso para todo el programa Trump que en su versión original va en camino del tacho de basura. No por casualidad lo rechazan tanto los palestinos como gran parte de los colonos israelíes de Cisjordania.
- Entre el martillo de los extremistas israelíes y palestinos, y el yunque del “estado binacional”, se debe dejar de pensar en “resolver el problema” para buscar “escapar de la trampa”, encontrar “un punto de partida” que, por un lado, garantice que Israel permanezca con una sólida mayoría judía y, por otro lado, ofrezca seguridad a sus ciudadanos, que por el momento básicamente solo es posible por medio de las fuerzas de seguridad israelíes.
Por un lado, se trata de crear condiciones a largo plazo para una separación territorial significativa entre la población judía y la población palestina de Cisjordania, incluida la evacuación de asentamientos israelíes, pero, por otro lado, las fuerzas de seguridad de Israel continuarán operando en todo el territorio para la seguridad de Israel, tal como hoy se lleva a cabo.
Lo más importante es evitar ahora la creación de un estado binacional separando físicamente a las poblaciones, para que en un futuro se pueda acceder a una solución de dos estados en el mediano y largo plazo.
De esta manera, a la par que limite y reprime a los sectores que sabotean las posibilidades de acuerdo con los palestinos, Israel preservará sus activos de seguridad y, por otro lado, proyectará a los palestinos su predisposición a largo plazo a la constitución de su propio estado independiente. Al mismo tiempo, mientras el liderazgo palestino no pueda vencer a los grupos extremistas que sabotean un intento de llegar a un acuerdo, Israel actuará sobre el terreno para mantener su seguridad como se lo conoce hoy.
Debe enfatizarse que, si Israel dispone hoy de una mayoría segura de judíos, y la quiere mantener bajo un régimen democrático, no tiene otra opción más que abandonar las aspiraciones de expansión territorial y poner todo el énfasis en la seguridad por medio de sus fuerzas.
Esta propuesta no tiene nada que ver con la desconexión de Gaza de 2005. Entonces Israel se replegó con sus ciudadanos y soldados. Esta decisión comprobó que los soldados de ejército de Israel en Gaza no protegían a Israel como lo afirmaba Sharon (“La colonia Netzarim de Gaza es como Tel Aviv”), sino que únicamente se ocupaban de defender los asentamientos israelíes en el lugar.
Al evacuar asentamientos de Cisjordania, el ejercito israelí continuará su presencia para proteger a Israel. Si hoy puede garantizar un nivel razonable de seguridad para el pueblo de Israel, no hay razón para que mañana no puedan hacerlo sin la presencia de los colonos.
El mensaje principal para el pueblo de Israel debe ser enfatizar la necesidad de basar su seguridad en fuerzas israelíes, pero al mismo tiempo, evitar la posibilidad de convertir todo el territorio en un estado binacional.
El lema debe ser: “Sí a la seguridad. No a un estado binacional y la anexión”.
Daniel Kupervaser. Herzlya – Israel 28-5-2020
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