Andrea Wulf: La invención de la naturaleza (El mundo nuevo de Alexander Von Humboldt María Luisa Eschenhagen.Socióloga Universidad Pontificia Bolivariana.(Colombia)

Imagen de una obra que recuerda al sabio alemán surante su expediición al Brasil entre los años 1800 y 1804

Aunque haya pasado cierto tiempo de  la publicación,  La invención de la naturaleza de la indo-británica Andrea Wulf  escribir una nueva reseña sobre  su encantadora obra,   que,  como tantas,  pretenden contagiar a posibles nuevos  lectoresal conocimiento y  la vida e investigaciones del  sabio alemán  Alexander von Humboldt.

Así, hay cuatro razones para escribir esta: primero, este libro me atrapó y encantó como hace rato ningún otro libro lo ha logrado, y, después de leerlo, considero que la visión de la naturaleza de Alexander von Humboldt (1769-1859) merece ser reivindicada; segundo, para aprovechar que se han cumplido  250 años de su nacimiento ; tercero, porque deseo apostarle a otra perspectiva para leerlo en tanto la mayoría de las reseñas hasta ahora escritas se encuentran más o menos en los mismos énfasis de las cinco partes del libro; y la última, mi razón principal: el libro reivindica a un sabio cuya visión amplia y rica de la naturaleza debe retomarse ahora, justo cuando vivimos en un momento de crisis ambiental global innegable.

Para comenzar, es importante contextualizar a Humboldt. Por un lado, representa un puente importante entre la Ilustración y el Romanticismo. Cuando se critican cada vez más las teorías de Descartes, quien comprende los animales en su esencia como máquinas, interesa recuperar la visión de Humboldt porque “encontraba conexiones en todas partes. No abordaba nada, ni el organismo más diminuto, por sí solo. «En esta cadena de causas y efectos –dijo- no puede estudiarse ningún hecho aisladamente»” (p. 28). Por el otro lado, en épocas en las cuales la América meridional era mirada despectivamente (ver para ello el libro muy ilustrativo de Antonello Gerbi, La disputa del Nuevo Mundo. Historia de una polémica) por intelectuales como Buffon y Hegel, Humboldt revela el esplendor de la naturaleza de América al mundo occidental, no habla despectivamente de la América meridional. Más bien, su mirada favorable de la naturaleza con la legitimidad científica coloca a América Latina en un lugar diferente.

Para comenzar, el libro fue publicado en el año 2015, y merece un especial reconocimiento por muchas razones. Su trabajo minucioso en la recopilación de la obra de Humboldt, por ejemplo, una obra que consta de miles de cartas y un número significativo de libros, artículos, y demás anotaciones y diarios, cuya cronología ni el mismo Humboldt tenía clara; y para completar, se trata de escritos en diferentes idiomas (alemán, francés, inglés). Una parte de ella ha sido digitalizada y se encuentra disponible en la Biblioteca de Berlín.[2] Este trabajo de recopilación e investigación se refleja en las 132 páginas que abarcan tanto las notas de pie de páginas como las propias referencias bibliográficas utilizadas, que incluye, además, la revisión de diferentes versiones traducidas. Es un trabajo enorme, pues la autora también se leyó las cartas de la correspondencia que cultivaba Humboldt (al final de su vida le llegaban hasta 5000 cartas al año), como también sus diarios, que le ayudaron a Wulf a darle mayor vida al texto. Es así como la autora logra presentar de manera amena y muy humana, sin dejar de lado la rigurosidad histórica, a uno de los personajes más creativos e inquietos del mundo occidental contemporáneo.

Se trata también de un libro que se ha ganado premios como el Los Angeles Times Book Prize (2015), por el New York Times el Best Books of the Year 2015, y el Science Book Prize 2016 de la Royal Society así como el Costa Book Award. Un libro que además ocupó por un tiempo los primeros lugares de listas bestseller en diferentes países.

Ahora, Wulf, como buena historiadora, contextualiza la época y la situación política en la que se encontraba Europa, sacudida por las guerras de Napoleón y los vientos revolucionarios, y los cambios que ello significaba para la libertad de pensamiento e investigación, en los que vivía Humboldt, frente a los cuales él siempre hacía caso omiso e insistía en la libre expresión de opinión e investigación. Esta libertad de expresión la disfrutó Humblodt durante muchos años en París, donde Napoleón apoyó fuertemente la ciencia y la combinó con la política, razón por la cual Humboldt también se negó por mucho tiempo a regresar a Berlín, hasta que por los años de 1823 los royalistas retoman el poder y recortan seriamente la libertad de expresión y el financiamiento de la investigación. Por eso entonces, en 1827, Humboldt regresa a Berlín.

Wulf perfila a Humboldt por un lado como una persona con una mente supremamente inquieta, ávida de conocimiento y con grandes capacidades para pensar interrelacionadamente, en redes y a gran escala, y con una gran sensibilidad frente al arte, la poesía y apasionado por la vida misma, consideraba que estas cosas eran inseparables; Humboldt tenía un estilo de trabajo incansable, hasta obsesivo. Para consolidar esta sensibilidad las tertulias con Goethe y Schiller fueron significativas. Goethe y Humboldt se inspiraron mutuamente, así Goethe recoge en la figura de Fausto características de Humboldt, al ambos pensar “que el trabajo y el estudio constantes producían el conocimiento, y tanto uno como otro encontraban su esfuerzo en el mundo natural y creían en la unidad de la naturaleza” (p. 63). Y Humboldt “nunca olvidó que Goethe le había animado a aunar naturaleza y arte, hechos e imaginación” (p. 64).

Una persona que tenía una gran capacidad de entretener y cautivar por horas a sus oyentes a través de la prosa y erudición infinita de sus monólogos. Lo caracteriza como una persona muy amable, agudo y a la vez duro en sus comentarios, que unos adoraban y otros temían. Su gran erudición y reconocimiento lo llevaron a ser solicitado en las cortes reales y espacios de poder. Y otra característica llama la atención, y es su preferencia de estar rodeado y acompañado por hombres. En ningún momento aparece mujer alguna, en los registros minuciosos de su vida siempre está en compañía de hombres. Uno de sus grandes amigos, hasta el final, fue Aimé Bonplant, quien terminó viviendo hasta morir en Uruguay, con quien compartió muchos años de viajes y amistad, y en especial su aventura por América Latina. “A medida que envejecían los dos, sus cartas se hicieron cada vez más afectuosas, con recuerdos de su larga amistad y sus aventuras comunes” (p. 336).

Por el otro lado, Wulf presenta una persona con unas posiciones políticas muy claras en contra de la esclavitud – hecho registrado en una anécdota sobre una ira que le dio al ver una de sus obras traducidas al inglés (sin su consentimiento) en la cual eliminaron/censuraron todos sus comentarios en contra de la esclavitud, y que al respecto tuvo conversaciones y discusiones con el presidente Jefferson en EEUU; su inicial apoyo a las revoluciones tanto en Europa como a las ideas de Simón Bolívar[3], pero que al final de su vida, quedó decepcionado de ellas porque terminaron traicionando sus ideales y se convirtieron en imperiales o dictatoriales, hasta de Jefferson quedó desapasionado; su condena del sistema colonial y sus formas de producción devastadoras; su reivindicación constante de la necesidad de libertad de expresión e investigación.

Y seguramente fueron sus posiciones críticas frente al colonialismo, la explotación de la gente y la destrucción de la naturaleza, por las cuales, a pesar de más de 10 años de insistencia, nunca logró obtener el permiso del imperio colonial británico para su otro gran sueño: viajar a la India y los Himalayas. De todos modos, siempre logró ser lo suficientemente diplomático para mantener sus posiciones y al mismo tiempo moverse entre reaccionarios y revolucionarios sin ponerse en riesgo y continuar investigando, lo que más le interesaba. Así por ejemplo, logró al menos su viaje por Rusia, aunque le prohibieron hablar con las comunidades, y le permitieron solo una ruta restringida, cosa que luego ignoró y llegó (indebidamente) hasta el anhelado mar caspio.

Otro aspecto de Humboldt que recoge Wulf – pero que en la mayoría de las reseñas no recibe mayor atención – es su actitud frente a la construcción de conocimiento, no solamente a través de su actitud altamente inquisitiva, inquieta y sensible, y su capacidad de pensamiento interrelacionado y en red, sino también su apoyo constante y generoso a jóvenes investigadores a quienes apoyaba hasta con su propio y escaso dinero –terminaba comiendo pan seco, como decía su cuñada. Cuando llegó a vivir a Berlín, comenzó también a incentivar el acceso al conocimiento

Quería ayudar a la gente a liberar el poder del intelecto. «Con el conocimiento llega el pensamiento», decía, y con el pensamiento, «el poder» […] Humboldt no cobraba entrada [en sus seminarios universitarios], y así democratizaba la ciencia: en su numeroso público estaban desde la familia real hasta cocheros, desde estudiantes hasta criados, desde eruditos hasta albañiles; y la mitad de los que asistían eran mujeres. (p. 244).

Por el otro lado, comenzó a incentivar el trabajo colaborativo investigativo con una metodología innovadora para su época, convocando a más de 500 investigadores a una seminario de una semana para conocerse, discutir, cenar, realizar salidas de campo, ya que el conocimiento debe ser compartido e intercambiado así como estar disponible para todo el mundo. Así

Humboldt estaba revolucionando las ciencias. […] En lugar de oír charlas, quiso que los científicos hablasen entre sí. […] Su idea era una hermandad interdisciplinaria de científicos que intercambiaran y compartieran conocimientos. «Sin una diversidad de opiniones, el descubrimiento de la verdad es imposible», les recordó en su discurso inaugural” (p. 247). (cursivas de la reseñadora)

Su idea y propuesta era trabajar e investigar en redes, compartir conocimiento y fortalecer la

interdisciplinariedad, en épocas en las que estaba tomando fuerza la compartamentalización y especialización del conocimiento. De ahí también su llamado a instalar una red de estaciones de observación a nivel global (p. 303).

Esta visión amplia, diversa, interrelacionada, se terminó reflejando en su obra maestra Cosmos, escrita con gran minuciosidad “sobre la «interrelación perpetua» entre el aire, los vientos, las corrientes marinas, la elevación y la densidad de la vegetación en la tierra” (p. 305), es así como Humboldt “es el primero en comprender el clima como un sistema de correlaciones complejas” (p. 305).[4] Y esto combinado con sus observaciones sobre las transformaciones generadas por los modos de producción coloniales, lo colocan como uno de los primero investigadores que reconocen las consecuencias negativas sobre la naturaleza de modelos productivos.

Su visión en red y global de la naturaleza se refleja en su genial obra Naturgemälde, producto de sus observaciones en el Chimborazo, obra en la cual logra entender y sintetizar todo lo observado en su expedición, y se ocupa especialmente de contemplar y analizar los pisos térmicos y la distribución de las plantas. Más de treinta años después sistematiza nuevamente todo su conocimiento, ordenado en fichas, cajas enormes, libros, colaboraciones de observaciones de investigadores de todos los lugares, diarios, en fin. Un mundo personal y científico recopilado en los cuatro tomos de Cosmos. Obra en la cual relaciona universo, planetas, magnetismo, organismos microscópicos y a la vez realiza una travesía por la historia de la humanidad, que en palabras de Wulf, “ningún científico había escrito sobre poesía, arte y jardines, sobre agricultura y política, sobre sentimientos y emociones” (p. 307). En suma, una obra que realza sistemáticamente las interrelaciones de los contextos, tanto internos como externos.

Cosmos marcó varias generaciones de futuros investigadores, y este hecho lo resalta Wulf al realizar para ello otras cinco biografías (mucho más breves, pero no menos minuciosas y ricas) para demostrar esta influencia directa y la difusión significativa de las ideas y concepciones de naturaleza de Humboldt. Los autores que retrató son:

Charles Darwin, quien realizó su expedición a raíz de las lecturas de Humboldt y vio y observó a través sus ojos al nuevo mundo, “era como si el alemán le diera una cuerda a la que agarrarse para no ahogarse en todas esas nuevas impresiones” (p. 279). De él retomó la visión de naturaleza como sis tema ecológico, de ver la naturaleza desde adentro, y la invitación a ver el mundo de una manera flexible, de lo micro a lo macro y vise versa para entenderla de manera nueva, lo cual le permitió entender, describir, descubrir la evolución, entender que todos los seres “«están unidos por una red de relaciones complejas»” (p. 290).

Henry David Thoreau, quien le respondió al Cosmos de Humboldt, con su libro Walden. Thoreau “seguiría a Humboldt en su convicción de que la «totalidad» solo podía comprenderse entendiendo las conexiones, las correlaciones, los detalles” (p. 317). Además “Humboldt le permitió entretejer ciencia e imaginación, lo particular y lo global, lo objetivo y lo maravilloso” (p. 320).

George Perkins Marsh, un autodidacta, quien se inspiró en Humboldt para reconocer la red de la vida y luego demostrar cómo la humanidad está destruyendo la naturaleza, todo plasmado en su libro Man and Nature. Es decir, mientras Humboldt comenzó a realizar observaciones y señalamientos dispersos sobre la destrucción, Marsh entretejió sistemáticamente todas las observaciones para demostrar los impactos. Así, “Man and Nature fue la primera obra de historia natural que tuvo una influencia fundamental en la política de Estados Unidos” (p. 362).

Ernst Haeckel, quien plasma y define por primera vez el concepto de ecología, y aclara que todos los organismos del planeta tierra estaban relacionados como un organismo de una misma familia, la ecología entonces es “la ciencia de las relaciones e un organismo con su entorno” (p. 375), con lo cual recoge claramente las ideas de Humboldt, pero también de Darwin. Haeckel a su vez, a través de sus publicaciones (entre 1899 y 1904), folletos denominados Kunstformen der Natur [Formas artísticas en la naturaleza], donde divulga sus hermosos dibujos de rodialarios y otras especies marinas,

en una época en la que la urbanización, la industrialización y los avances tecnológicos alejaban a la gente de la tierra, los dibujos de Haeckel proporcionaban una paleta de formas y motivos naturales que adquirieron naturaleza de vocabulario para los artistas, arquitectos y artesanos decididos a intentar unir al hombre y la naturaleza a través de su arte (p. 378).

Se convirtió así en uno de los principales inspiradores del Art Neauveau del nuevo siglo. Por lo tanto, Humboldt consideró el arte como uno de los elementos más importantes para la educación de los seres humanos porque fomenta el amor por la naturaleza.

Y finalmente John Muir, quien retomó sobre todo el interés por la distribución de las plantas de Humboldt, observando el valle Yosemite en Estados Unidos, que gracias a su activismo se convirtió en el primer parque natural nacional, con lo cual fundó también la idea de la preservación de la naturaleza. Así, “Humboldt había comprendido el peligro para la naturaleza, Marsh había reunido las pruebas en un argumento convincente, pero fue Muir quien introdujo las preocupaciones medioambientales en el terreno político general y la opinión pública” (p. 404).

Es así como Humboldt, 250 años después, mantiene plena vigencia, al ser un ejemplo contundente de la potencia de un pensamiento creativo, sensible, inquisitivo e interrelacionado. En una época en la cual el conocimiento ha sido reducido al máximo, simplificado e instrumentalizado para maximizar los beneficios economicistas, una época en la que el conocimiento parece olvidarse de la vida misma. El resultado: los problemas ambientales sin precedentes, que aquejan el planeta en la actualidad, ponen en riesgo la supervivencia de la vida como la conocemos.

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[1] Madrid, Taurus, 2015. Reseña publicada en Revista Geográfica de Valparaíso, 56 (2019)

[2] Ver por ejemplo: http://www.deutschestextarchiv.de/dtae/avh donde recogieron y escanearon artículos de Humboldt que aparecieron en los más diversos medios de prensa, y https://humboldt.staatsbibliothek-berlin.de/werk/ donde escanearon parcialmente los diarios.

[3] Aunque frente al encuentro entre Humboldt y Bolívar existen dudas, ver al respecto, la reseña de Andrés Otálvaro, realizada en el Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, en el vol. 45, 2018. Sin embargo, según Wulf: “Simón Bolívar dio forma de ley a las ideas de Humboldt cuando, en 1825, emitió un decreto visionario que exigía al Gobierno de Bolivia que plantara un millón de árboles. En medio de batallas y guerras, Bolívar comprendió las devastadoras consecuencias de los suelos áridos para el futuro de la nación”… y en Colombia “ordenó unas «Medidas para la protección y el uso prudente de los bosques nacionales»” (p. 361).

[4] La vigencia de sus escritos hasta el día de hoy se reflejan en trabajos científicos como el de Strong upslope shifts in Chimborazo’s vegetation over two centuries since Humboldt (2015), (de los autores Naia Morueta-Holme, Kristine Engemann, Pablo Sandoval-Acuña, Jeremy D. Jonas, R. Max Segnitz, and Jens-Christian Svenninga) que sirve como referencia para ver los cambios en los últimos 200 años.