La Kristallnacht (Noche de los cristales) y otras consideraciones Asociación Cultural Israelita Argentina I.L.Peretz / ICUF / SantaFe. Argentina

La sistemática marginación de los judíos y el despojamiento de sus derechos no comenzaron en noviembre de 1938. Pocas semanas después de que Hitler llegara al poder, pintaron «No compre en tiendas judías” en las vidrieras de sus locales comerciales. Funcionarios judíos fueron despedidos y se les prohibió ejercer su profesión a los que eran médicos, abogados y periodistas.

Se dictaron las leyes raciales de Nuremberg, hubo expropiaciones y muchas cosas más. Pero el 9 y el 10 de noviembre de 1938 se pasó al terrorismo desembozado, ante los ojos de toda la población: fue la “Noche de los Cristales Rotos” o Kristallnacht

Sucedió en las grandes urbes y en las pequeñas ciudades de provincia. En toda la geografía alemana, sinagogas, escuelas, clubes, comercios, instituciones, casa particulares fueron asaltadas, quemadas, destruidas. Las llamas nunca fueron apagadas por los bomberos.

Miles de ciudadanos fueron arrestados, golpeados, vejados y apresados. Los hombres judíos ya habían sido detenidos a primera hora de la mañana de ese 10 de noviembre y enviados en un tren especial al campo de concentración de Dachau.

Ese campo de concentración ya existía y se conocía lo que ocurría en ese lugar: alcaldes, concejales, funcionarios, legisladores, militantes socialdemócratas, sindicalistas y comunistas habían pasado varias semanas recluidos allí en 1933. Además, se trataba de judíos. En 1938 se repetía, ampliada, la historia con la abierta complicidad del silencio de otros “buenos ciudadanos”

El 9 de noviembre, aniversario de la Noche de los Cristales, recuerda el pogrom ejecutado por los nazis. Es fundamental establecer señales claras sobre el antisemitismo, el racismo, la xenofobia, la discriminación. Los eventos conmemorativos son correctos y necesarios. Pero también debemos asegurar que la vida judía vuelva a tener espacio amable. Hay construir puntos de encuentro y tender puentes.

No importa a qué religión pertenezca alguien, cuales son sus convicciones, creencias o forma de ser y pensar. Lo que importa es qué clase de persona es.