Avance evangélico: bolsonarismo, sexo, progresismo, ¿quién es quien? Entrevistas a Flavio Rapisardi (lgbti) y pastora Noemí Farre (Ecupres)

.¿Hay espacio para la diversidad sexual en el reino de Dios? ¿Cómo saber quién es quién en el mundo evangélico, donde conviven el ultraconservador estilo bolsonarista con sectores progresistas con una historia de defensa de los Derechos Humanos? El investigador, docente y militante lgbti Flavio Rapisardi y la pastora cordobesa Noemí Farre responden

La posición frente al matrimonio igualitario de lo que se podría llamar
universo cristiano -incluye a católicos, ortodoxos, protestantes y
ramificaciones de esos tres bloques- no fue homogénea: hubo desde el rechazo
feroz hasta su reconocimiento como derecho. La Asociación Cristiana de Iglesias
Evangélicas de la República Argentina nuclea a las más reaccionarias, se ubicó
en ese entonces por supuesto entre las voces contra la ampliación de derechos y
en el último tiempo obtuvo visibilidad por su despliegue en las calles contra
la legalización del aborto.

Pero el mundo evangélico no se agota ahí, también hay sectores a favor
de los derechos sexuales y con una trayectoria de defensa de los DD.HH. Dónde
están, quiénes son hoy, esos otros sectores progresistas es una de las
preguntas que responde el investigador y activista lgbti Flavio Rapisardi.

F.R.“La iglesia metodista, a la que pertenezco, se ubica dentro del campo de las
iglesias protestantes. Y las protestantes a su vez son parte de las iglesias evangélicas (se
guían por el Evangelio más que por los Apóstoles). Quienes establecen estas
diferencias son Lutero y Calvino, y en particular, en el caso del metodismo,
John Wesley. La iglesia metodista es una escisión del anglicanismo y un rito
católico con algunas diferencias como: un gobierno horizontal, un Obispo que se
elige, el sacerdocio de mujeres permitido desde hace mucho. Tampoco existe un
clero (que agrupa, para los católicos, a los herederos de la palabra de Dios,
empezando por el Papa)”.

Algo bastante alejado de lo que surge en el imaginario cuando se
menciona a las iglesias evangélicas…

F. R.: Tanto protestantes como pentecostales nos llamamos “evangélicos”.
Los pentecostales son aquellos que todos ubicamos porque los vemos en la plaza,
gritan, se autodenominan pastores por mera iluminación. Quienes estamos en el
protestantismo clásico, es decir, luteranos, metodistas, valdenses -una pequeña
iglesia muy progresistas de origen italiano- y discípulos de Cristo, no estamos
de acuerdo con esas prácticas, como hacer exorcismos y todo aquello que hace al
espíritu pentecostés. Los pentecostales tienden a ser más conservadores. Se
autoproclaman pastores entonces tienen menos formación y tienden a hacer una
lectura literal de la Biblia. Las traducciones populares que usan tanto
evangélicos pentecostales como católicos son complicadas.

¿Por qué?

F. R.: Aparece de pronto la palabra “homosexual”. Habría que leerla como
“sodomía”, ya que hablamos de tiempos en los que no existía la palabra
homosexual. Todo se complica más todavía en los 70 cuando surge un
neopentecostalismo, una renovación carismática de lo que ya era carismático.
Ahí aparecen esas pequeñas iglesias en su mayoría muy conservadoras que dicen
barbaridades, con mucho showbusiness, por todo el país. Las iglesias
evangélicas protestantes son las progresistas, las que estuvieron contra la
dictadura, las que crearon el Movimiento Ecuménico por los DD.HH.

¿Cómo llegan al metodismo?

Noemí Farre: Me acerco a la Iglesia Metodista en Córdoba por una tremenda necesidad de conciliar mi
sexualidad con la fe. Nací en un hogar protestante con una visión muy
tradicionalista. Me quedaban dos alternativas; reprimía mi orientación sexual y
moría o comenzaba una búsqueda intensa y a veces desesperada de no negar
ninguno de estos dos aspectos: ser lesbiana y tener fe en Dios, en el Cristo de
los oprimidos.

Deambulé 19 años buscando una iglesia cristiana de la que pudiera ser
parte. Mientras tanto, estudie Psicología y Biblia. Escuché sobre la Iglesia
Metodista y fui a hablar con el pastor Raúl Sosa. Me dijo: “Sos amada por Dios
tal como sos”. Orienté mi trabajo hacia poblaciones vulneradas, tomé
participación activa en la iglesia y me capacité en el Ministerio Pastoral. Hoy
trabajo con una comunidad diversa en diferentes aspectos, no solo en lo
referido a género. De verdad creemos que en el fluir de lo diverso se extiende
el reino de Dios.

F.R.: Después de un viaje donde me resurgieron preguntas sobre lo
religioso, vuelvo a Buenos Aires y entro en contacto con el padre Carlos
Arasini de la Iglesia de la Santa Cruz. Él me hace leer a la teóloga Dolores
Aleixandre, española, cercana a la teología de la liberación. Decía que cuando
Jesús se dio cuenta de que encarnaba la palabra de Dios sintió terror.
Encuentro allí una visión muy lejana a la que suele promocionarse:
todopoderoso, castigador. Terminé formando una comunidad eclesial de base en la
Iglesia de la Santa Cruz. Se decía que las comunidades de base interpretaban de
modos más liberadores el Evangelio. Pero las bases solían chocar contra la
institución, el clero. Así que empiezo a investigar otras formas de
cristianismo. En el metodismo encontré lo que John Wesley llama “la
santificación social”. Me interesó su compromiso con los DD.HH y desde el punto
de vista teológico también coincidíamos.

¿En qué cosas?

F.R.: Yo nunca fui, como decía Arnulfo Romero, del “cristianismo
cohetero” (vivir mirando para arriba), sino más de un cristianismo de la
palabra y el corazón. El discurso leído de Cristo es profundamente liberador.
Sobre todo el primer cristianismo, antes de que fuera religión de Estado, era
una ética urbana, un modo de vivir. No era una teoría metafísica, sino sobre la
convivencia.

¿Qué postura tomaron los metodistas frente al matrimonio igualitario?

N.F.: En tiempos coloniales ya luchaban por la libertad de los esclavos,
luego tanto por una educación libre y gratuita como por la libertad de culto y
derechos laborales. En Argentina se han pronunciado a favor del Matrimonio
Igualitario. Esto no quiere decir que todos piensen de la misma manera porque
también hay libertad de conciencia.

F.R.: La primera bendición (matrimonio) en el campo del protestantismo
de una pareja de personas del mismo sexo se hizo en la Iglesia Valdense del Río
de la Plata. En la iglesia metodista tuvimos a la obispa Nelly Ritchie: mujer,
patagónica y lesbiana.

¿Para qué se crea Metodistas por la Diversidad?

N. F.: Debido justamente a diferentes posturas referidas a estos dos
temas -matrimonio igualitario y ministerios de personas lgbti-, las autoridades
decidieron conformar una Comisión que estudiara el tema de la Diversidad
Sexual. Pero dicha Comisión no tenía ningún integrante lgbti. Solicitamos a las
autoridades ser parte por lo menos en un 50% de dicha Comisión y mientras
esperábamos respuesta desarrollamos una red nacional de comunicación y nos
fuimos agrupando rápidamente en lo que actualmente se conoce como Metodistas
por la diversidad.

F. R: Cada cuatro años hay una gran asamblea metodista donde se elige el
Obispo. Ahora, metodistas gays, lesbianas y trans de todo el país vamos a
desconocer esa asamblea y pedir la conformación de una nueva Comisión de género
con paridad, donde haya tres personas trans y tres cis. Estamos en pleno
diálogo con las autoridades eclesiásticas por este tema.