¿Quién se ha llevado el queso de la diáspora judía? Daniel Kupervaser. Periodista israelí (Desde Tel Aviv)*

Un retrato de la fallecida política francesa Simone Veil, superviviente del Holocausto, cubierto por una esvástica en París .

En el año 1998 Spencer Johnson publicó un libro de motivación y autoayuda que se convirtió rápidamente en best seller universal. El cuento titulado “¿Quién se ha llevado mi queso?” describe los avatares del liliputiense Kif, que se alimenta de quesos de un depósito, al igual que su amigo Kof y los ratones Oliendo y Corriendo. Un buen día alguien se lleva los quesos del depósito. Kof y los ratones recurren a ideas originales en la búsqueda de nuevos quesos. Kif, por el contrario, rechaza el cambio y ante la adversidad opta por protestar y trata de continuar con la rutina de siempre. La típica conducta de quien se resiste a percibir los cambios que se dan en su alrededor frente a quienes analizan la nueva realidad y buscan la adopción de nuevas iniciativas.

 

Ante el preocupante resurgimiento durante la última década de una amenazante ola de antisemitismo en el mundo, se puede afirmar sin mayor peligro a equivocarse, que la conducta de las diásporas judías en respuesta a estos acontecimientos en este periodo se asemeja mucho a la de Kif. Mas de los mismo durante décadas. El panorama general de las réplicas nos muestra que, generalmente se trata de repetidas declaraciones de toda la gama de instituciones judías expresando repudio y reclamaciones ante las autoridades locales por un accionar categórico destinado a identificar, apresar y penar a los culpables. Las demandas incluyen también la toma de medidas preventivas que eviten la repetición de tales sucesos en el futuro.

Esta actitud es correcta pero insuficiente. Llama la atención que, tras un largo periodo de relativa tranquilidad en este frente, la irrupción de la reciente avalancha de actos antisemitas no despertó la necesidad de una revisión de esta casi robótica conducta. Hasta el momento no se perfila ningún análisis que esclarezca los acontecimientos de la ultima década. ¿Cuál fue el detonante? ¿Por qué se ha propagado prácticamente por todo el mundo occidental? ¿Por qué esa conducta antisemita se despierta ahora y no décadas atrás? La gran mayoría de los documentos se ocupan de acusar conjuntamente, y casi sin distinción, a organizaciones neonazis, la extrema derecha, la izquierda llamada progresista, las corrientes islamistas o redes sociales, todos ello sin ofrecer una explicación de los mecanismos. Como complemento compiten en el nivel de crueldad de la etiqueta con la que catalogan los hechos o le asignan a los culpables.

Casi 5 años atrás, ante la sorpresiva ola de manifestaciones callejeras antiisraelíes y antijudías como consecuencia del operativo Margen Protector, Jack Terpins, presidente del Congreso Judío Latinoamericano, afirmó que “la situación nunca ha sido tan mala para los judíos de nuestra región” (Entrevista radiofónica a Jack Terpins en Radio Jai, 15-9-2014). Como replica a esa declaración, publiqué un artículo con un audaz pronóstico en estos términos: “Efectivamente, este distinguido líder de la diáspora judía está en lo correcto. Lo que Terpins y el resto de las direcciones comunitarias judías del mundo no prestan atención es que, muy probablemente, lo peor está por venir” (“Lo peor está por venir” D. Kupervaser, 20-9-2014).

Hoy ya no se habla de manifestaciones callejeras. Asesinaron a judíos en sinagogas. No se puede continuar con los mismos argumentos.

Si bien es cierto que al fin de la segunda guerra mundial agrupaciones antisemitas e inclusive neonazis perduraron como tales, mayormente lo hicieron bajo una vida relativamente latente como tales. Las sociedades mismas por medio de su accionar público, y sobre todo en las calles, fueron las que se preocuparon por crear condiciones que limiten drásticamente la difusión de ideas discriminatorias y racistas. La gran mayoría de los pueblos, especialmente en occidente, se compenetraron de lo acontecido en el holocausto y de alguna manera se proyectaron como escudo que básicamente protegió a las comunidades judías en la generalidad de los países de la diáspora.

Para las diásporas judías, todo comenzó a desmoronarse a mediados de la década pasada. Este nefasto proceso fue la consecuencia de la sucesión y conjunción de conductas vinculadas una con la otra.

Israel aportó dos significativos elementos decisivos en el proceso. En primer lugar, su exigencia de ser reconocido como Estado Judío y la promulgación de la ley Estado Nación Judío, proyectaron al mundo la imagen que en Israel la escala de valores basada en el judaísmo predomina sobre cualquier otra. En segundo lugar, Israel continuó y profundizó en Cisjordania con el proceso de apropiación de tierras y colonización judía, conjuntamente con el control de población palestina bajo un régimen de apartheid.

Las direcciones comunitarias judías de la diáspora también aportaron a esta evolución. En primer lugar, reiteradamente manifestaron su apoyo incondicional a Israel y en ningún momento manifestaron disconformidad con varias de sus políticas claramente discriminatorias. En segundo lugar, en repetidas oportunidades actuaron como agentes israelíes presionando a gobiernos locales para posicionarse en favor de Jerusalén en varios aspectos relacionados a la diplomacia internacional.

La comunidad internacional no dejó de acentuar en toda oportunidad su total oposición a la colonización de Israel más allá de los límites de 1967. Hasta la fecha, ningún país del mundo, incluyendo el gran amigo Trump, reconoce soberanía israelí en los territorios conquistados en la guerra de los 6 días. Más aun, en su resolución 2334 de diciembre de 2016, el Consejo de Seguridad de ONU fijó por unanimidad (solo con la abstención de USA) la ilegalidad de los asentamientos israelíes en los territorios conquistados en 1967, calificando el proceder como una «flagrante violación» del derecho internacional.

La cuarta y última conducta la aportaron, no los gobiernos de los países de las diásporas judías que están sujetos a presiones políticas y económicas, sino las sociedades de esos países que acogieron a los judíos. Como corolario de las actitudes tomadas por Israel, liderazgos judíos de la diáspora y la comunidad internacional, comenzó a formarse en la visión de amplios sectores de estas sociedades una nueva concepción en la que condenar a Israel y al judaísmo por su comportamiento no solo es lo mismo, sino que desde su punto de vista comienza a ser considerado como legítimo. Si bien condenan el terror palestino, admiten el derecho de este pueblo a rebelarse al dominio militar.

Este cambio de actitud en amplios sectores de las sociedades hacia la comunidad judía en cada país se pudo palpar por una notable proyección de indiferencia en situaciones muy concretas. Un par de ejemplos son suficientes. La gira de Roger Waters por Uruguay y Argentina fue acompañada por una serie de actos y declaraciones que la comunidad judía local las considero antisemitas. Sin embargo, el visitante recibió honores y prácticamente no se escucharon críticas de sectores fuera de la comunidad judía. El feroz ataque al rabino de AMIA, pocos días atrás en Argentina, debió conformarse con muy pocas condenas ajenas a la comunidad judía y solo de parte de algunos funcionarios gubernamental y de unos pocos periodistas vinculados a ella. El resto de la sociedad argentina brilló por su ausencia. La colectividad judía se quedó indefensa, sin el escudo de la sociedad y únicamente con promesas gubernamentales que generalmente muy poco valen sin el apoyo ciudadano.

Ataque al rabino de AMIA. El resultado de la indiferencia de la sociedad

Esa indolencia de las sociedades fue interpretada por los reducidos sectores históricamente antisemitas como la chance de actuar libremente. La nueva constelación creó las condiciones que facilitaron la irrupción significativa de mensajes y violencia antisemitas, básicamente auto reprimidos por un largo tiempo.

La mayoría de las comunidades judías de la diáspora se mantienen en silencio ante la última medida de Netanyahu de integrar grupos judíos que promueven la supremacía judía como visión política central a la coalición que proyecta gobernar el futuro del Estado Judío. Bajo esas condiciones, el judaísmo de la diáspora no puede pretender que las sociedades que los circundan los defiendan. Es de suponer que la iniciativa de Netanyahu se convierta en caldo de cultivo apropiado para que los ataques a Israel y el judaísmo se recrudezcan.

Ojalá me equivoque


  • Daniel Kupervaser.Herzlya – Israel .http://daniel.kupervaser.com/kupervaser.daniel@gmail.com