Acompañaría como Vice a Lula/o Haddad la comunista Manuela D’Avila Emir Sader. Politicólogo brasileño (Publico.es)

Ni Plan A, ni Plan B. Se impuso el Plan L, de Lula. Siguiendo la recomendación que señala que de un laberinto se sale por arriba, Lula, una vez más, desató el nudo de los que creían que se había instalado una crisis profunda en el Partido de los Trabajadores (PT), en la izquierda y en su misma candidatura, con una jugada genial, que ha dejado atónitos a más de uno.

Cuando, por una decisión arbitraria del Superior Tribunal Electoral, se anticipó la fecha de registro de las candidaturas, obligando el PT a definir quién acompañará a Lula en la lista a ser registrada el día 15 de agosto, hubo que tomar una decisión apresurada, que Lula y el PT creían que podrían aplazar hasta el mismo día 15.

El juego era intrincado, porque había que definir un candidato a vicepresidente de Lula que, aunque puede ser cambiado hasta el día 15, significaría una definición sobre el mismo. La definición recayó, según la decisión de Lula – que estuvo siempre en el comando de las articulaciones políticas –, en Fernando Haddad, su ministro de Educación, el mejor que Brasil jamás ha tenido y exalcalde de Sao Paulo.

Su rol es el de representar políticamente a Lula, así como participar en los debates y entrevistas. Haddad será registrado el día 15 de agosto como vicepresidente de Lula, junto al nombre del ex presidente, en una marcha de miles de personas que acompañarán a la presidenta del PT, Gleisi Hoffman, que llevará el nombre de los dos al Supremo Tribuna Electoral, en Brasilia.

Pero Lula ha actuado en otros frentes. Tuvo que convencer a la candidata del PT a gobernadora de Pernambuco, Marilia Arraes, nieta de Miguel Arraes, a retirar su candidatura a gobernadora de la provincia, para que el PT apoye la reelección del gobernador del Partido Socialista y así obtener el apoyo de un sector mayoritario de los socialistas.

Por otra parte, el PT, orientado por Lula, hizo un acuerdo con el Partido Comunista de Brasil (PC do B), que había lanzado a la joven dirigente Manuela d ‘Ávila como precandidata a la presidencia de Brasil, con el siguiente esquema: si la candidatura de Lula es aceptada, ella será la candidata a vicepresidenta. Si Lula es impedido de ser candidato, Haddad será el candidato a presidente y Manuela será la candidata a vicepresidenta.

De hecho, Lula había manifestado varias veces que preferiría que el candidato fuera alguien joven, de las nuevas generaciones. Pero cuando se configuró plenamente la persecución política en contra de él, Lula decidió aceptar el reto y lanzarse como candidato, para probar su inocencia y volver a ser presidente de Brasil.

Ahora, con ese ingenioso acuerdo, Lula puede compatibilizar las dos perspectivas: su candidatura, con una joven como vicepresidenta. O un joven dirigente del PT con una joven dirigente comunista como vicepresidenta.

El resultado del acuerdo fue extraordinario. El PT ha mostrado capacidad de resolver de forma unificada sus problemas internos, a la vez que reunificar la izquierda alrededor de la candidatura de Lula. Otros sectores han quedado aislados. Ciro Gomes tuvo que escoger una candidata a vicepresidenta de su mismo partido, a falta de alianzas con otros partidos, quedando con un tiempo muy exiguo en la radio y la televisión en los programas gratuitos. Al igual que Guilerme Boulos, candidato del Partido Socialismo y Libertad (Psol), que no logra superar el 1% en las encuestas, por la presencia determinante de Lula en la polarización en contra de la derecha brasileña.

La derecha mantuvo sus candidatos tradicionales: Alckmin, exgobernador de Sao Paulo, derrotado por Lula en 2006, agrupando a la mayor parte de los partidos de derecha, pero manteniéndose en el 5% en las encuestas. Bolsonaro, que tuvo un bajón en su apoyo, así como otros candidatos con todavía menos apoyo, todos sufriendo el peso del apoyo al gobierno de Michel Temer, incluso su ministro de Economía, Henrique Meireles, que se ubica también en el 1% de apoyo.

A dos meses de la primera vuelta de la elección presidencial brasileña, así se presenta el escenario electoral, está casi todo definido. Faltando la definición sobre si la lista de la izquierda será Lula-Manuela o Haddad-Manuela.


 

¿Quién es Manuela DÁvila?

Mujer, joven y sobradamente preparada, Manuela d’Ávila es la primera candidata presidencial del Partido Comunista do Brasil (PC do B) desde la redemocratización del país, en 1985, y se presenta como la nueva cara de la política en un momento de fragmentación de la izquierda. (ver nota anterior sobre Lula y su inclinación por DÁvila como vicepresidenta)

Más de 147 millones de brasileños están habilitados para votar en octubre.  Feminista y defensora de los derechos de las minorías, D’Ávila cuenta con una intensa trayectoria política a sus 36 años y su apoyo es cortejado tanto por el Partido de los Trabajadores (PT) del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, encarcelado por corrupción, como por los laboristas (PDT) liderados por Ciro Gomes.

Con la izquierda dividida, antes incluso de la prisión de Lula, el Partido Comunista do Brasil sale ahora de la sombra del Partido de los Trabajadores para lanzar una candidatura propia por primera vez en las últimas siete elecciones presidenciales.

La postulación de D’Ávila se trataría, pues, del fin del «apoyo crítico» al partido de Lula, según declaró en cierta ocasión la propia candidata, quien llegó a ser la líder del PC do B en la Cámara de los Diputados de Brasilia, la capital del país. Su incursión en la política empezó a los 23 años, en 2004, cuando se consagró la concejala municipal más joven de Porto Alegre, la capital regional del estado de Río Grande do Sul.

Considerada la nueva cara de política y con un alto índice de aceptación entre los jóvenes, sobre todo entre las mujeres, la diputada, hija de una jueza y un profesor universitario, fue dos veces nominada en un reconocido premio nacional en la categoría «parlamentario del futuro», que apunta a los legisladores con menos de 45 años que mejor representan la población en el Congreso.

Entre idas y venidas y rumores de alianzas, el PC do B, el más firme aliado de los Gobiernos del PT desde 2002, decidió poner fin a esa larga alianza con la postulación D’Avila, a pesar de la insistencia del exmandatario -virtualmente inhabilitado- en disputar los comicios.

El PT y Lula son conscientes del potencial político de Ávila y, según versiones de prensa, dirigentes del partido llegaron a mantener reuniones con sus pares del PC do B para tentar a la joven diputada como vicepresidenta, aunque no llegó a haber una oferta sobre la mesa. Responsable del texto del Estatuto de la Juventud -la legislación que garantiza los derechos y obligaciones de los jóvenes-, D’Ávila volverá a cruzarse y se medirá en las urnas con un viejo conocido de las sesiones parlamentarias en Brasilia, el ultraderechista Jair Bolsonaro.

El polémico capitán de la reserva del Ejército y candidato presidencial por el Partido Social Liberal (PSL) fue el único capaz de sacar de sus casillas a la diputada en un debate, en 2011. En la época, D’Ávila presidía la Comisión de los Derechos Humanos y Minorías, y «saltó a por» Jair Bolsonaro después de que el exmilitar insultara a un colega de Cámara por ser homosexual. Determinada e intrépida, D’Avila tiene destreza a la hora de debatir y lo atribuye a la convivencia con sus cuatro hermanos, una relación que le enseñó que «aquel que pelea de manera aislada, siempre pierde y está equivocado».

Periodista de formación y elegida como la diputada regional más votada de Río Grande do Sul en 2006, D’Ávila llegó en 2010 con casi medio millón de votos a la Cámara de Diputados, donde continuó su intensa labor en los temas relacionados a la justicia, la ciudadanía, las minorías y los derechos humanos.

Aunque no haya alcanzado números expresivos en las encuestas de intención de voto, la parlamentaria cuenta con significativo apoyo en las redes sociales, donde es conocida por interactuar activamente.

Ganó más visibilidad e infló la web tras su participación en un popular programa de entrevistas de la Televisión Cultura, después de que los entrevistadores fueron acusados de machismo por haber interrumpido a la ahora candidata decenas de veces y haberle impedido exponer sus planes de gobierno.

Con su nombre apuntado entre los 100 más influyentes del Congreso, D’Ávila tiene convicción que está preparada para lanzarse en un vuelo en solitario, aunque, en el fondo, tiene plena conciencia de que es una pieza importante para la izquierda en ese complejo juego de ajedrez que es la política.